La República Dominicana atraviesa una crisis profunda que afecta todos los aspectos de la vida cotidiana. La violencia en las escuelas, el caos en el tránsito y las cárceles abarrotadas son síntomas de un desorden generalizado, agravado por la corrupción histórica en la distribución de tierras. Mientras tanto, los sindicatos y gremios profesionales han dejado de cumplir su función, convirtiéndose en parásitos del presupuesto sin rendir cuentas ni defender a sus miembros. En este escenario, el presidente Luis Abinader tiene la oportunidad de liderar un cambio crucial.
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