Años de crítica válida al partido morado, corroido por lo mal hecho, por los privilegios y el nepotismo, construyeron el supuesto de que un gobierno del PRM podría traer cambios a la sociedad, evidentemente fallida, que el PLD había construido con su alabanza al ego, el despilfarro, la fanfarronería, el enriquecimiento desmedido.
El PRM es un partido complejo, dirigido por castas históricas, todos llamados viejos robles solo que unos llegaron a ser de la aristocracia partidista y otros quedaron enterrados, cuan árboles sin hojas, en el olvido en las zonas políticas de los barrios.
Disporizado, sumido en las contradicciones internas y con mucho trabajo, logran cohesionarse, increíblemente, a veces con terremotos internos y palabras fuera de lugar, alrededor de la figura de Luis Abinader que logra ser presidente.
Inmediatamente sube al mando comienzan los decretos y junto a ello, los asombros. Instituciones puestas en manos de «caídos del cielo», algunas hasta de arribistas y oportunistas comienzan a levantar dudas, junto al necesario nombramiento de familias enteras de dirigentes pero rotas por excesos de nombramientos de familiares por el simple mérito de tener vinculo familiar, mientras en las llamadas bases, los que no lograron que sus líderes políticos se «pegaran» hoy deambulan cuan zombies de institución en institución rogando a los agraciados que les coloquen a los que dejaron la zuela en los barrios buscando los votos.
La alta dirigencia del PRM casi abandonó al partido, están entretenidos gobernando alcaldías o en palacio, mientras comienzan movimientos inquietantes en las bases matizados por el descontento creciente y la falta de respuestas, esperanzas que chocan cuando el presidente pide a las masas militantes paciencia para los puestos «cebollas» mientras siguen los privilegios a los familiares de las castas.
El PRM se rompe en todos los sentidos y demasiado temprano.
Al Gobierno se le ve viejo, explosionado por anuncios de ventas de instituciones del estado recordando los sonidos neoliberales de antaño y a pesar de los esfuerzos de muchos ministerios instituciones e incluso el presidente de hacerlo bien, el deterioro del partido, sumido en el descontento con lágrimas que nadie logra recoger ni secar, hacen evaporar a velocidad supersónica el discurso de cambio y dejan al gobierno solo a merced de lo poco que puedan hacer sus funcionarios trabajando bien para, y solo en el tiempo, limpiar un poco la imagen de gobierno de privilegiados cometedor de los mismos excesos criticados a sus antecesores.