La sangre volvió a las calles de Irak. Las fuerzas de seguridad abrieron fuego contra los manifestantes en Nasiriya y Bagdad y al menos 35 personas perdieron la vida en una de las jornadas más sangrientas desde el estallido de las movilizaciones contra el Gobierno, la corrupción y el desempleo que pronto cumplirán dos meses, y que ya se han saldo con más de 300 muertos. La brutal respuesta de milicias y fuerzas regulares se produjo tras una noche en la que los manifestantes quemaron el consulado de Irán en la ciudad santa de Nayaf, al sur de la capital, al grito de «¡Irán fuera de Irak!» Las autoridades de la república islámica recordaron al Gobierno de Bagdad que es responsable de la seguridad de las legaciones extranjeras y pidió «una firme respuesta contra los agresores». Todo el personal iraní había sido evacuado la sede antes del ataque y se encuentra «sano y salvo», informó la agencia oficial Irna.
Nasiriya, ciudad situada a 375 kilómetros al sur de Bagdad que lleva semanas bajo una enorme presión debido a los problemas entre los manifestantes y la milicia de Asaib Al Haq (La Liga de los Justos), fue el lugar donde la represión fue más dura y al menos 30 personas perdieron la vida y más de cien resultaron heridas en la batalla campal que se formó en torno a los puentes que cruzan el Tigris. La escalada de tensión en el sur llevó a las autoridades a enviar refuerzos a las distintas provincias con el objetivo de «imponer la seguridad y restaurar el orden», según un comunicado del ministerio de Defensa en el que se informó del establecimiento de «una célula de crisis» bajo la supervisión del «comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, el primer ministro Adel Abdul Mahdi». Un jefe del Gobierno cuya dimisión es una de las primeras demandas de las calles.
Despliegue de las milicias
La situación de seguridad en Nayaf llevó a las Unidades de Movilización Popular, milicias chiíes cuyas facciones más fuertes son muy próximas a Irán, a enviar refuerzos a la zona y amenazar con «cortar la manos de cualquiera que intente acercarse a Sistani». Además de ser el lugar que acoge la tumba del Imán Ali, primo de Mahoma y primero de los imanes del chiismo, aquí se encuentra la residencia del Gran Ayatolá Alí Sistani, de 89 años, que es la máxima autoridad religiosa para los chiíes del país. El religioso ha mostrado en varias ocasiones su respaldo a los manifestantes y ha exigido a los políticos que tomen medidas para responder a sus demandas.
Irak vive las movilizaciones sociales más importantes desde la caída de Sadam Husein. Sin la dirección de sectas o partidos, los iraquíes gritan a favor de «la caída del régimen» establecido tras la invasión de Estados Unidos y exigen un cambio completo de la actual clase política. El presidente, Barham Saleh, y el primer ministro han tratado de sofocar la ira popular con promesas de reformas, pero las calles no confían en sus dirigentes y la gente mantiene su protesta, pese al uso extremo de la fuerza por parte de las autoridades. Bagdad y las principales ciudades chiíes del sur del país desafían a la clase política y se oponen a la fuerte influencia del vecino iraní.