La calma regresa a la Franja, donde el suministro eléctrico ha pasado de cuatro a hasta 12 horas diarias
Con el casco calado y el walkie-talkie en la mano, el ingeniero Sami Al Abadlá, de 52 años, está al frente de una de las pocas industrias que parecen funcionar en Gaza. El jefe de operaciones de la central eléctrica del enclave palestino está particularmente atareado en las dos últimas semanas. “Desde que Qatar comenzó a enviarnos combustible estamos trabajando al 80% de nuestra capacidad”, explica mientras supervisa el funcionamiento de los generadores. Los gazatíes han pasado de recibir un suministro eléctrico de cuatro horas diarias a entre ocho y doce horas de servicio. El centro de la capital del territorio vuelve a contar con alumbrado público en algunas calles que antes se recorrían a oscuras y que ahora se muestran a media luz.
“Nosotros solo producimos una quinta parte de la electricidad de Gaza, otro tercio llega desde Israel y, de forma intermitente, desde Egipto”, precisa Al Abadlá, “así que nunca hay suficiente energía todo el mundo”. Reconoce que cuando repunte el consumo los dos millones de gazatíes van a pasar otro invierno marcado por la oscuridad y el frío. “La aviación israelí destruyó los depósitos de combustible en 2006 y dañó gravemente los generadores en la guerra de 2014”, recuerda. La economía del enclave está en bancarrota por la destrucción de sus infraestructuras y la tasa de paro alcanza el 44%.
Hamás ha calificado de “victoria política para Gaza” la aceptación de la tregua por Israel y la dimisión de su ministro de Defensa. “Avigdor Lieberman ha admitido la derrota y ha reconocido su incapacidad ante la resistencia palestina”, rezaba un triunfalista comunicado del movimiento islamista, que gobierna en Gaza de facto desde 2007 tras haber desalojado por la fuerza del poder al partido Fatah del presidente palestino, Mahmud Abbas.
El balance de víctimas y daños en el último brote de enfrentamientos no es tan favorable: 14 palestinos, entre ellos 10 milicianos, han muerto durante la escalada bélica, y decenas de edificios e instalaciones oficiales han quedado arrasados por los bombardeos israelíes. En el bando contrario han perdido la vida un oficial del Ejército y un civil, y los cohetes palestinos han destruido algunas casas.
La rutina regresó ayer a la Franja en el primer día del alto el fuego. Nawaf al Attar, de 23 años murió por disparos de fuerzas navales cuando se encontraba pescando cerca de la frontera marítima israelí. Es la última anotación en la lista de 235 palestinos que han perdido la vida desde que estalló hace siete meses el masivo movimiento de protestas.
En el campo de refugiados de Al Burej, en un vecindario de 50.000 habitantes cercano a la central de energía, el electricista municipal Rami al Okous, de 39 años, describe la “situación excepcional” que están viviendo sus residentes. “Algunos ya no recordaban lo que es tener 16 horas de electricidad al día y poder dejar la luz encendida al salir de una habitación”, revela. Media docena de jóvenes de Al Burej perdieron la vida en la frontera israelí, situada a apenas tres kilómetros del campo de refugiados. Otros dos centenares sufren amputaciones o lesiones graves por los disparos de los francotiradores del Ejército.
Mahmud Rantisi, decano de la Facultad de Educación de la Universidad Islámica de Gaza y asesor de la dirección política de Hamás, cree que el sacrificio ha merecido la pena. “Israel ha sufrido un grave revés en los últimos días”, asegura con convencimiento, “pero nosotros estamos acostumbrados a recuperarnos y a reconstruir los edificios que se bombardean, como la sede de la televisión Al Aqsa”. El profesor Rantisi perdió a su hijo Ahmed, de 27 años, en la sangrienta jornada del 14 de mayo, cuando más de 60 palestinos fueron abatidos a tiros por las balas de los soldados. “Ahora que hemos demostrado nuestra fortaleza ante Israel, podremos negociar una hudna [alto el fuego duradero]”, aventura este ideólogo del islamismo palestino.
“Ni Hamás ni Israel están interesados ahora en enzarzarse en una guerra devastadora como la de 2014”, previene el analista gazatí Talat Okal, cercano a la izquierda palestina. “Los islamistas pretenden cantar victoria, pero solo lograrán salir de la marginación internacional”, pronostica, “si pactan un acuerdo de reconciliación nacional con la Autoridad Palestina de Abbas”.