El discurso de Donald Trump este lunes en Miami estaba dedicado a Venezuela y a convencer a los seguidores de Nicolás Maduro de que dieran la espalda al dictador. Pero su intervención fue, al mismo, tiempo el primer mitin político del actual presidente para su reelección. Con el trasfondo del desmoronamiento económico y social del que fuera el país más rico de Sudamérica tras los gobiernos de Hugo Chávez y Maduro, Trump aprovechó para colocar el mensaje del miedo ante la inminente campaña de 2020 y el escoramiento de los demócratas hacia la izquierda.
«El socialismo ha devastado Venezuela», dijo Trump. «Eso nunca nos pasará a nosotros». Parecía que el presidente intuía lo que ocurriría ayer: Bernie Sanders, el tótem del socialismo en EE.UU., anunció que vuelve a presentarse a la presidencia de EE.UU.
Sanders fue la gran sensación demócrata en las primarias de 2016. Hillary Clinton era la candidata inevitable, ungida por el «establishment» del partido desde antes de que se iniciara la campaña, con un músculo financiero arrollador y con el marchamo de convertirse en la primera presidenta de EE.UU. Apenas se presentaron candidatos para hacerle frente y casi todo el mundo atribuía a Sanders el papel de comparsa de la favorita. El viejo socialista, con décadas a sus espaldas en el Congreso como independiente, sin alinearse con el partido demócrata, supo tocar algunas de las mismas teclas que pulsó Trump para su triunfo histórico: el deterioro de la calidad de vida de amplios sectores sociales y la desconfianza en los poderes públicos. Cosechó trece millones de votos en las primarias, puso contra las cuerdas a Clinton y forzó al partido demócrata a hacer trampas que favorecieron a la favorita.
Sanders conquistó en especial a los jóvenes y desató una insurgencia liberal que se ha convertido en un movimiento en el partido demócrata. Es indiscutible que los demócratas se han escorado a la izquierda desde esa campaña. Algunas partes centrales del programa de Sanders -un programa de sanidad pública gratuita universal, la educación universitaria gratuita o el sueldo mínimo de 15 dólares por hora- eran vistas en su momento como propuestas radicales. Ahora forman parte del credo de muchos de los demócratas que ya han presentado su candidatura a la presidencia. «Han pasado tres años desde entonces», dijo Sanders sobre la campaña de 2016 en el correo electrónico a sus seguidores, en el que anunció su candidatura para 2020. «Como resultado de la lucha de millones de estadounidenses, ahora esas políticas las apoyan la mayoría de este país».
«Esta campaña va a ser una continuación de lo que hicimos en 2016», dijo Sanders en una entrevista con la CBS. «Pero ahora vamos a ganar». Es indiscutible que Sanders partirá con ventaja en las primarias demócratas. A falta de que el ex vicepresidente Joe Biden formalice su candidatura, es el nombre más conocido de la decena de demócratas que ya se han presentado. Cuenta, además, con la mayor maquinaria de financiación de pequeños donantes y una red extensa de seguidores gracias a movimientos de izquierdas asociados a él durante la presidencia de Trump, como Our Revolution o People for Bernie.
Sin embargo, las primarias el año que viene serán muy diferentes a las de 2016. Mientras que entonces las primarias estaban despobladas de propuestas de izquierdas, ahora a Sanders le costará diferenciarse por sus ideas: buena parte de los candidatos demócratas incluyen partes centrales de su programa. Algunos de sus aliados en 2016 -la senadora Elizabeth Warren, la diputada Tulsi Gabbard, la escritora Marianne Williamson- son ahora candidatas y pelearán por los mismos votos. Nuevas estrellas del partido demócrata, surgidas de su movimiento, como Alexandria Ocasio-Cortez o Ayanna Pressley, se han apartado de su liderazgo.
Sanders tiene en su contra, además, ser un hombre blanco, en un momento en el que el partido demócrata se esfuerza en mejorar la representatividad de las mujeres y de las minorías. Sanders tuvo malos resultados entre minorías raciales y mujeres en 2016 y eso se podría agravar en unas primarias con favoritas como Kamala Harris, mujer y birracial.
La edad también podría ser un inconveniente. Si consigue la nominación demócrata, Sanders irá a la noche electoral con 79 años, convertido en el candidato de un gran partido más viejo de la historia. A pesar de ello, el socialista ha dado muestras sobradas de vitalidad. En 2016, sus mítines atrajeron multitudes y ha seguido la pelea desde el triunfo de Trump, al que ayer calificó de «vergüenza» para EE.UU. y como de epítetos: «Mentiroso patológico, racista, sexista, homófobo, xenófobo».
«Yo sé que él va decir ‘Bernie Sanders quiere que EE.UU. se convierta en Venezuela», dijo en respuesta a las palabras del presidente del lunes. «Lo que Bernie Sanders quiere es aprender de países de todo el mundo que hacen un trabajo mejor que nosotros para enfrentarse a la desigualdad de riqueza».