Los negociadores anuncian el inicio de discusiones ininterrumpidas para evitar una ruptura no pactada
La Unión Europea y Reino Unido entran en un periodo de discusión permanente para evitar el salto hacia lo desconocido. Los negociadores comunitario y británico, reunidos este martes en Bruselas, se han conjurado para pisar el acelerador ante la creciente incertidumbre por un Brexit sin acuerdo. Los debates ya no se detendrán, y la semana que viene Michel Barnier y Dominic Raab, enviados de Bruselas y Londres respectivamente, volverán a verse las caras en la capital belga. «Las negociaciones entran en su fase final», ha dicho el político francés con solemnidad.
Si en algo coinciden ahora mismo ambas partes es en que el tiempo apremia: octubre aparecía como la fecha límite para cerrar un pacto de transición que permita una salida ordenada de la UE, porque debe dejar
margen al parlamento británico y al europeo para aprobarlo antes de que concluya marzo. Michel Barnier, en rueda de prensa conjunta con su homólogo británico, ha apurado un poco más ese plazo, y ha insinuado que hay margen hasta comienzos de noviembre. De ser así, la reunión de jefes de Estado y de Gobierno prevista para el 18 y 19 de octubre, señalada como decisiva para la ratificación del pacto, podría quedar descafeinada, y derivar en la convocatoria de una nueva cumbre europea de emergencia para tratar el asunto. Sea como fuere, el sonido del reloj es ahora mismo la gran pesadilla de Londres y Bruselas. Sobre todo teniendo en cuenta la distancia que todavía les separa en dos grandes asuntos: la futura relación económica y la cuestión de la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte.
La declaración de intenciones viene a paliar una anomalía. En los primeros seis meses del año, el anterior secretario de Estado para la salida de la Unión Europea, David Davis, y su homólogo comunitario Michel Barnier, apenas se reunieron tres veces. Pese a que la mayor parte del trabajo corresponde a los equipos técnicos, ese bagaje de cuatro horas de conversación en 180 días entre las cabezas visibles de la que probablemente sea la negociación más trascendente de las últimas décadas se antoja irrisorio cuando no ridículo. Más si cabe cuando parece claro que el impulso final no llegará de los que tratan de cuadrar tablas de Excel repletas de números y farragosas cuestiones legales, sino de instancias más altas. «Hemos acordado aumentar la intensidad de la negociaciones a medida que entramos en la fase final, y resolver a nivel político los asuntos pendientes en el plano técnico», ha asegurado Raab, ministro del Brexit desde hace mes y medio.
Los nuevos bríos del recien nombrado hombre fuerte de Londres pretenden ser un revulsivo que corrija la parálisis de su antecesor. «Si somos ambiciosos, y existe pragmatismo y energía de ambos lados, confío en que podamos alcanzar un acuerdo en octubre», se ha atrevido a aventurar el líder tory, parte de una nueva hornada de políticos conservadores. Las reuniones de trabajo que están manteniendo en pleno mes de agosto, tradicional periodo de tregua vacacional, son síntoma de que la búsqueda de soluciones va en serio, aunque el resultado de ese diálogo haya sido de momento mediocre y no haya arrojado mayores progresos que un puñado de avances en seguridad, defensa y política exterior, las áreas menos conflictivas.
Frente a las voces euroescépticas que desde Reino Unido acusan a la UE de inmovilismo en la negociación del Brexit y llaman a endurecer la posición británica, Barnier se ha mostrado firme, y ha rechazado entrar en un intercambio de culpas. «Reino Unido se va de la UE, no es al contrario. Es su elección, que respetamos aunque no compartamos. La UE está basada en principios, es un ecosistema integrado de leyes, normas y certificaciones que Reino Unido conoce bien porque lo hemos contruido juntos durante 44 años. Esos principios seguirán siendo los nuestros», ha sentenciado.
Además, ha recordado que desde el primer día advirtió de que las consecuencias humanas del Brexit estaban siendo subestimadas por muchos, y ha alertado de que la alternativa más costosa es la de la ausencia de pacto: un escenario para el que no trabajan pero para el que, según Barnier, la UE está preparada.
El negociador francés, reconocido montañero, ha vuelto a utilizar esa afición como metáfora. «Cuando caminas por la montaña hay que guardar fuerzas, tener cuidado con lo que hay a los lados y no perder de vista la cima. Ahora estamos en ese largo trayecto, no arriba». Su homólogo británico, que se ha mostrado en actitud relajada durante su intervención, y sonriente tras ella, le ha secundado: «Debemos mantener los ojos fijos en la cima porque estamos en marcha».