En solo cuatro meses, pero que parecen cuatro siglos, el coronavirus está cambiando el mundo en todos los aspectos. Aunque la economía y las costumbres sociales pueden recuperarse con una vacuna, más difícil será cerrar las heridas políticas que ya está abriendo. Tras reventar la globalización y dejar más de tres millones de contagiados y 227.000 fallecidos, el estallido de la pandemia en China ha vuelto todos los dedos acusadores contra su régimen autoritario, que intentó ocultar la enfermedad al principio y cuyas cifras no son creíbles para muchos países.
En medio de esta creciente desconfianza, Pekín rechaza la investigación internacional que empiezan a pedir gobiernos como los de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Australia o Suecia, que le reprochan su falta de transparencia. «No nos oponemos a la comunicación normal y al mutuo aprendizaje entre científicos. A lo que nos oponemos es a investigaciones arbitrarias basadas en la presunción de culpabilidad de China. Eso es algo a lo que nos oponemos firmemente», declaró este martes el viceministro de Exteriores, Lu Yucheng, en una entrevista con la cadena de televisión estadounidense NBC.
En sus explicaciones, se basó en que EE.UU. está politizando la pandemia y aseguró que «China no ha encubierto nada». Pero, a su juicio, «algunas figuras están politizando esta (enfermedad) Covid-19. La están usando para estigmatizar a China y esto es algo que no queremos ver». Como las críticas vienen tanto de los republicanos como de los demócratas, que se han acusado mutuamente de no saber manejar sus relaciones con Pekín, Le denunció que era «corto de miras» e «irresponsable» buscar réditos electorales de esta crisis. Además, avisó de que la sociedad china estaba «enfadada» y «tenía derecho a expresar su rabia» contra EE.UU. por politizar la pandemia.
Posibles demandas multimillonarias
Al régimen del Partido Comunista no solo le preocupa que Trump y su secretario de Estado, Mike Pompeo, se refieran a la pandemia como el «virus chino», sino la ola en contra que ya empieza a crecer en EE.UU., que amenaza incluso con demandas multimillonarias. Así lo hizo la semana pasada el fiscal general de Missouri, Eric Schmitt, quien presentó la primera querella acusando a China de haber mentido sobre el virus y exigiendo indemnizaciones por los daños económicos causados a su Estado. «No hay ninguna ley internacional que apoye culpar a un país por simplemente ser el primero en informar de una enfermedad», se defendió el viceministro Le, quien tildó la demanda de «absurda» y «farsa política».
Pero, tras causar ya en EE.UU. más muertos que la guerra de Vietnam, el coronavirus amenaza con abrir un nuevo frente entre ambas superpotencias. Mientras la Casa Blanca recela de las cifras chinas y pide investigar un posible accidente en el superlaboratorio P4 de virus en Wuhan, epicentro de la pandemia, Pekín rechaza estas «teorías de la conspiración» que pueden frenar su auge internacional. Convertida ya en la peste del siglo XXI, la pandemia encona la nueva «Guerra Fría» entre EE.UU. y China.