Las fotos de las instituciones colocan a sus «principales» por encima de la obra y hasta los mencionan en los titulares.
El nuevo gobierno comenzó con un anacrónico media show de «conozca sus funcionarios» para que la población supiera lo lindo(a)s y bello(a)s que eran los personajes provocando la personalización de la institucionalidad como si fuera una competencia de belleza o aptitudes.
Algunos de esos… (ya no están con nosotros).
Se enfrascaron al parecer desde las altas instancias en la competencia no de quien era el más eficiente sino «mejor valorado» sin mencionar incluso mucho los parámetros que les median, realmente, todo parecía tan patético como algunos concursos que inundan la mala televisión en detrimento del buen conocimiento.
De que sirve saber que funcionario lo ha hecho bien, y no la obra de la institución que, para colmos, es pagada con los impuestos del pueblo, desde los sueldos de los funcionarios hasta la gasolina que gastan.
Algunos departamentos de prensa de las instituciones se esmeran en vender al candidato… digo… al funcionario… en algunos casos porque podría ser, según la lógica de algunos, la catapulta al futuro político y por eso maximizan las caras en vez de la institución.
Ser buen funcionario, como el ser buen periodista, no son votos.
Si bien es cierto que las obras hay que anunciarlas, más importante es el involucramiento de la población en el conocimiento de las funciones de una institución dada y no estar pendiente a la corbata o los tacones que un funcionario(a) viste.
Al final, la realidad es que la gran mayoría de la población no solo desconoce quiénes son los funcionarios, sino que tampoco les importa e incluso, no conocen cuál institución se encarga de cada uno de los servicios que estas prestan a la población, cómo usarla, cómo reclamarles, cómo contactarles.
La competencia mediatica de quiénes son los mejores funcionarios es absurda y de muy mal gusto pues el que mejor lo está haciendo solo lo podrá dictaminar las mediciones que hace el gobierno sobre los diferentes parámetros a cumplir y no el incumbente como tal ni no encuestas pagadas a la prensa para engordar egos con figureo hasta llegar a la estupidez de creer que las valoraciones por si sola prepararían a alguien para ser votado en elecciones, que al final, es lo que parece.