Con el plan de crear su propio instrumento político, indígenas de Ecuador regresan a sus comunidades

indigenas ecuatorianosMiles de familias indígenas y vecinos de Quito celebraron en las calles de la capital el fin del paro nacional, que en 18 días dejó cinco fallecidos. El líder de la movilización, Leonidas Iza, pidió que se trabaje en la construcción de un partido propio para tomar el poder

El inmenso coliseo de la Casa de la Cultura fue ocupado por decenas de familias indígenas llegadas en las últimas semanas a Quito, capital de Ecuador, para protestar contra el Gobierno de Guillermo Lasso. Con el pasar de los 18 días de paro nacional, este espacio se convirtió en la fortaleza de cientos de manifestantes, que desde allí partían para marchar por la ciudad hasta que fueran atendidos los 10 puntos de su demanda.

Si bien el Gobierno de Lasso desalojó a los indígenas de la Casa de la Cultura, tuvo que aceptar albergarlos allí, porque su frágil presidencia resultaba más afectada si las familias llegadas de todo el país quedaban dispersas por la ciudad, solamente protegidas por la población de Quito.

En la mañana del 30 de junio, último día del paro, cientos de personas se reunieron en la plaza del Arbolito, junto a la Casa de la Cultura. Traían escudos rudimentarios, hechos con carteles viales de «Pare» o con planchas de metal arrancadas de alguna parte de la ciudad. Muchos llevaban lanzas de madera de dos metros. Si hasta el mediodía no había acuerdo con el Gobierno, se movilizarían otra vez.

Pero llegó el acuerdo, que entre otros puntos establecía que las familias indígenas debían volver a sus territorios. Y así se hizo, pero primero hubo una gran celebración por lo que consideraban un triunfo ante el Gobierno de Lasso.

«Estamos cansados, pero jamás derrotados. Podemos haber no comido, pero Quito nos dio de comer», dijo Leonidas Iza a las familias en el coliseo de la Casa de la Cultura, luego de la firma del acuerdo. Y les propuso construir un instrumento político en beneficio de los pueblos indígenas de Ecuador.

«Firmemos, con la fuerza y la palabra de todos, que nunca se va a destruir la unidad de las organizaciones indígenas, para que podamos conducir procesos de transformación», pidió Iza, principal líder de la movilización.

Para ello convocó a sindicatos de trabajadores y organizaciones urbanas: «Necesitamos reafirmar la lucha y la unidad del campo y la ciudad. Se necesitan procesos de cambio y recambio en las estructuras organizativas».

En este sentido, Iza recordó que durante el paro nacional varios funcionarios de Lasso aseguraron que la movilización era financiada por el narcotráfico. «El pueblo de Quito abrió su corazón y dio todo lo que tiene, no lo que le sobra. Por ellos hemos pasado 18 días aquí, conviviendo con la ciudad, una ciudad intercultural», dijo y pidió un aplauso para las organizaciones barriales allí presentes.

Según el presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (CONAIE), es necesario afianzar ese vínculo, porque «el corazón de Quito tiene también un montón de racismo exacerbado, que da muy mala imagen de la sociedad».

Ante el rechazo que algunos sectores sociales de Quito hicieron sentir a las familias venidas de campos y selvas, se convocó a una marcha para este 1° de julio para manifestarse contra el racismo y la discriminación en las calles de la capital.

La construcción de un líder
Los días de paro nacional afianzaron a Iza como uno de los políticos más destacados de Ecuador. En su mensaje de despedida recordó episodios que le tocó vivir, los cuales también demostraron la poca capacidad del Gobierno de Lasso para manejar este conflicto.

«Había un momento en que algunos compañeros decían: ‘Iza ya se ha vendido, ya no tiene que ir a negociar’. Pero ustedes vieron que el primer día del paro fui detenido, fui secuestrado, porque durante 15 horas ustedes no sabían dónde estaba. Un dirigente en esas condiciones no puede venderse», aseguró.

También mencionó que fue baleado el vehículo que usaba para moverse durante estas semanas de protesta.

El Gobierno de Lasso decidió procesarlo por enfrentamientos y agresiones que tuvieron lugar los primeros días de paro, aunque él no estaba en el lugar de los hechos: «Esta justicia no puede seguir al servicio de quienes ostentan el poder. Me declararon responsable de algo que jamás hice y me quisieron dar prisión preventiva», relató.

Pero «gracias al equipo jurídico me dieron medidas alternativas a la prisión, con dos condiciones: no puedo salir del país y debo firmar dos veces a la semana», comentó.

Finalmente el Gobierno de Lasso decidió no negociar más con Iza. Y puso como excusa el asesinato de un militar en la Amazonía ecuatoriana, supuestamente a manos de manifestantes. Pero ninguna de estas trabas desalentó a la protesta y a su reclamo de 10 puntos.

Para las organizaciones sociales no es sencillo mantener una movilización firme y motivada durante 18 días. Hay un desgaste natural, que puede volverse perjudicial para el mismo movimiento. Además, la escasez de gas y productos básicos se comenzó a sentir en varias ciudades.

«Hemos ganado en los 10 puntos. Seguramente no en la medida que queríamos, pero debemos tener una cuota de responsabilidad, para que el resto de la sociedad entienda que sin los campesinos las ciudades no comen», dijo Iza.

Reducir los precios de los combustibles, no avanzar en la explotación minera e hidrocarburífera en áreas protegidas, mejorar la atención sanitaria y apoyar a la producción de las familias indígenas campesinas son algunos de los principales reclamos, que se abordarán en mesas de trabajo durante los próximos tres meses.

La despedida
Afuera de la Casa de la Cultura, decenas de camiones partieron de regreso a sus comunidades, cargando a decenas de familias indígenas. Algunos se fueron por la carretera hacia el sur, otros hacia el norte. Las y los manifestantes llevaban banderas de Ecuador, wiphalas y soplaban largas cornetas llamadas «vuvuzelas», que se pusieron de moda en el mundial de fútbol de 2010, realizado en Sudáfrica, y suenan como el suplicio de un ganso.

Juan estuvo en la primera línea de enfrentamientos con las fuerzas policiales, por ello optó por no mostrar su rostro: «Nos vamos contentos con los hermanos. Sabemos que era difícil dialogar con el Gobierno nacional. Han sido 18 días de resistencia y seguiremos luchando, porque aquí no se acaba. Recién empieza la lucha por nuestros hijos, hijas, y el futuro que se nos viene», dijo a Sputnik.

«Estamos dispuestos a dar todo por nosotros y para el pueblo ecuatoriano. Estamos contentos con la lucha que hemos hecho en la Amazonía, sierra, centro y costa ecuatoriana. La lucha y la resistencia nos van a llevar más allá de donde soñamos como pueblo», expresó.

Luego del acuerdo marco con el Gobierno de Lasso, existe el peligro de que en las mesas de trabajo no se resuelvan las demandas. Pero ya no habrá nadie en Quito para exigir el cumplimientos de los compromisos.

«Esperamos que el Gobierno nacional entienda que tiene 90 días. Si no hay resultado, saldremos nuevamente a tomar las calles, porque la resistencia no se ha acabado», aseguró el joven.

Durante el paro nacional fallecieron cinco personas. Que se atiendan los 10 puntos es un compromiso asumido con ellos: «La lucha de cada uno de nosotros es por los hermanos caídos. Estamos dispuestos a dar todo».

María Guaranga estaba por subir al camión que la llevaría de regreso a su comunidad, en la provincia Chimborazo. Una región altiplánica que es llamada «el páramo» despectivamente en algunas ciudades.

«Si el Gobierno no cumple, volverán a levantarse los pueblos indígenas», dijo a Sputnik. Para ella, es la mejor manera de honrar a los caídos: «Nuestros hermanos indígenas han sacrificado sus vidas porque este Gobierno corrupto no quería resolver el problema. No vamos a permitir que quede sin solución nuestro reclamo».

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