Cuando salió de su casa hace un par de semanas, poco antes de que apareciera el sol, Julio Rodríguez se dio cuenta que esa mañana no iba a poder pescar.
De nada le valió haber preparado las redes, las cuerdas, las carnadas y los anzuelos desde la otra noche. Incluso de lejos, antes de llegar a la costa, supo que así no podría salir: una nata inconfundible llenaba de un olor agrio el municipio de Omoa, en la costa del Caribe de Honduras.
«Toda la arena, todo estaba lleno de basura, por donde estaba mi bote, por todos lados. Así tiras la red y se te rompe porque lo que sacas es basura», cuenta a BBC Mundo.
Desde inicios de septiembre, varias localidades del litoral y la Bahía de Omoa de Honduras (uno de los principales destinos turísticos del país) se han visto afectadas, otra vez, por la repentina llegada de toneladas de basura, una situación que ha creado tensiones por años con la vecina Guatemala.
El Motagua, un caudaloso río que atraviesa ese último país, arrastra cada día montones de desechos que en muchas ocasiones, como ahora, desembocan en el Caribe hondureño y recalan en los pueblos de la costa como islas de plástico, ropas viejas y mugre de todo tipo.
Ahora, en medio de la pandemia que ha paralizado la economía y que ha dejado más de 2.300 muertos y 76.000 contagios en Honduras, grupos ambientalistas y de derechos humanos temen que la situación pueda agravar las condiciones de pobreza y la exposición a enfermedades de las miles de personas que viven el área.
Sobre todo, de los pescadores artesanales, como Rodríguez, y los cientos de personas que viven del turismo.
«Ahorita, además de este problema con la pandemia tenemos que lidiar con el problema de la basura», dice Rodríguez.
«El daño que nos ha hecho ha sido devastador. Estamos viviendo de milagro, tratando de ver cómo mantenemos a nuestras familias, porque ya casi no salimos porque los peces se están alejando por la basura».
«Esto ha sido un golpe duro para nosotros. Yo siempre viví honrado de mi trabajo. Con estas manos. Pero ya el poco dinero que nos queda tenemos que guardarlo para los medicamentos».
De acuerdo con cifras del gobierno de Honduras, en los últimos 11 días, las autoridades han recolectado unas 550 toneladas de desechos que han recalado en las costas y que han llegado incluso hasta Roatán, una isla del Caribe conocida por sus playas paradisiacas y sus arrecifes casi vírgenes.
«Para que se tenga una idea, solo en dos días, en el fin de semana, se recogieron 144 toneladas de basura», dice a BBC Mundo Liliam Rivera, comisionada presidencial de Honduras para la gestión ambiental del Río Motagua y su desembocadura.
«Aunque esto suele suceder cada cierto tiempo, este es, en mi criterio, el peor impacto que hemos tenido en los últimos cinco años. Era un tsunami de basura. Daban ganas de llorar», agrega.
Tras el recalo de los desechos, los gobiernos de ambos países sostuvieron la pasada semana un reunión bilateral, pero el domingo Honduras dio un ultimátum al país vecino para que encuentre una «solución definitiva» al problema.
Sin embargo, dadas las condiciones de las dos naciones -entre las más pobres de América Latina- muchos ambientalistas e incluso, los funcionarios de ambos gobiernos entrevistados por BBC Mundo, dudan que una solución definitiva sea posible sin ayuda internacional.
Las causas del problema
Las responsabilidades detrás de la basura que llega frecuentemente al Caribe de Honduras han sido por años causas de disputa entre los dos gobiernos y motivos de tensiones bilaterales.
Tegucigalpa asegura que la mayor parte de los desechos que recalan en sus costas se origina en la nación vecina, mientras Guatemala cuestiona que varios municipios hondureños también contribuyen al problema.
En esta ocasión, sin embargo, el gobierno guatemalteco reconoció que se debió a una falla en una barda industrial que colocaron a inicios de año como «medida paliativa» para frenar el flujo de basura hacia Honduras.
«Debido al aumento de los caudales, porque hemos tenido un invierno particularmente fuerte, las aguas fueron exageradas en el río Motagua y esto provocó que colapsara la barda industrial», explica a BBC Mundo el ministro de Ambiente de Guatemala, Mario Rojas Espino.
De acuerdo con el ministro, su gobierno solicitó a la Contraloría del país una investigación para determinar las causas detrás del fallo de la barda, que costó casi US$2 millones y fue inaugurada hace solo ocho meses.
A la vez, indicó que un equipo técnico trabaja en su reparación desde inicios de esta semana.
«Esperamos muy pronto tener esta barda ya en funcionamiento y que pueda servirnos para evitar que siga arrastrando basura durante el invierno», dice.
Pero en Honduras creen que reparar la contención no resuelve el problema a largo plazo y que Guatemala necesita asumir posiciones más fuertes para solucionarlo de forma terminante.
«Estas bardas solo retienen los residuos flotantes, pero no los que van por debajo, como los microplásticos y otros desechos más pequeños. Entonces las aguas del Litoral y de la Bahía de Omoa van a seguir contaminados si ellos no toman otro tipo de medidas definitivas«, asegura Rivera.
«Estamos hablando de un problema que nos afecta a lo largo de 45 kilómetros de nuestra línea costera. Es una pesadilla para nuestros pescadores artesanales, para el turismo y la salud de la población y por eso necesitamos una solución definitiva», agrega.
Como parte de la reunión de la pasada semana, ambos países acordaron un plan de acción a corto, mediano y largo plazo que va desde la restauración de la barda hasta alianzas con empresas internacionales o programas de restauración de la cuenca del Motagua.
Pero grupos ambientales señalan que no es la primera vez que los dos gobiernos hacen planes de este tipo y que solo se vuelven a recordar cuando una nueva oleada de basura llega a las costas del Caribe de Honduras.
El origen de la basura
El Motagua es uno de los río más grandes de Centroamérica: recorre casi 500 kilómetros desde la zona Quiché, en la región noroccidental de Guatemala, hasta su desembocadura en el Caribe de Honduras.
«El río atraviesa 14 departamentos guatemaltecos. Involucra más de 90 municipios y parte a nuestro país a través de su territorio central», recuerda Rojas.
«Al pasar por nuestra capital está uno de sus problemas, porque uno sus afluentes se conecta directamente con cargas de mucho conflicto ambiental, como es el vertedero municipal de la Ciudad de Guatemala«, dice.
De acuerdo con el ministro, el río se encuentra también entre los más contaminados, dado que se ha vuelto una vía para muchas personas para deshacerse de la basura.
«Es un problema que no solo afecta a Honduras. Afecta a la mayor parte de nuestro país, ya que podemos ver desechos en toda la ribera, en todo su cauce» dice.
Rivera explica que Honduras, aunque en menor medida, también ha sido parte del problema.
«Tenemos dos ríos, el Chamelecón y el Ulúa que también tributan al Motagua y que están contaminados. Tenemos 21 municipios que colindan con el río. Pero en general, según estudios que hemos hecho, lo que aportamos es 20% de la basura que nos llega y el 80% viene de Guatemala», afirma.
«Un desastre ecológico»
Sandra Cárdenas, coordinadora en Omoa del Centro de Estudios Marinos de Honduras, una ONG que vela por el cuidado de los océanos, asegura que los frecuentes recaladas de basura en esa región suponen «un riesgo ambiental sin precedente» para uno de los ecosistemas más importantes de Centroamérica.
«Es una situación que está impactando en todos los sistemas, están en declive todas las especies, desde los corales de la Barrera Centroamericana hasta los pastos marinos y animales en peligros de extinción, como tortugas, manatíes o delfines que suelen vivir en la zona», dice.
«Para que se tenga una idea, en una de estas recaladas de basura murió un delfín y cuando le hicimos una autopsia tenía atorado en la tráquea una bolsa de Clorox», recuerda.
Pero la activista ambiental asegura que el daño va más allá de la vida marina.
«Estamos hablando de 19 comunidades costeras que están afectadas y más de 500 pescadores que no pueden hacer su trabajo o que se están exponiendo a enfermedades pescando dentro de basura, que tiran las redes y lo que sacan es desde plásticos hasta desechos hospitalarios», asegura.
Pero Cárdenas coincide con Rivera en que la preocupación no está solo en los desechos que se ve en las costas.
«Los niveles de microplástico y de pequeñas partículas de basura en el área son muy elevados y eso no solo afecta los ecosistemas. Al final, es algo que no estamos viendo, pero es también lo que nos estamos comiendo cuando nos sirven un pescado«.
«Es importante que el mundo sepa que esto un impacto ambiental demasiado grande. Es un desastre ecológico», dice.
Julio Rodríguez, que lleva pescando más de 40 años, dice que no entiende por qué los humanos hacemos esto, que la basura solo ha agravado la difícil situación en que viven los pescadores y que estamos acabando con los océanos.
«Primero esos grandes calentamientos que nos están alejando nuestros peces y ahora también esta basura que los aleja», dice.
«No sé cómo la gente no ve ese daño que le estamos haciendo a ese mar maravilloso, a ese mar tan lindo y tan grande que tanto nos ha dado de comer».