Los investigadores hallaron una forma de contrarrestar tales efectos al estar relacionados con la microflora natural de los organismos.
Un equipo de científicos ha descubierto que la elevada actividad solar y magnética redujo el apetito de los diminutos animales ‘Trichoplax adhaerens’, lo que a su vez disminuyó su tasa de reproducción. Al mismo tiempo, han indicado que la sensibilidad de los organismos a estos factores se redujo con la ayuda de antibióticos. Así lo informó la Fundación Rusa para la Ciencia (RSF), cuya subvención financió el estudio realizado por expertos del Instituto de Actividad Nerviosa Superior y Neurofisiología, del Instituto N.K. Koltsov de Biología del Desarrollo de la Academia Rusa de Ciencias, y de la Universidad de Florida, EE.UU.
Se trata de uno de los animales multicelulares más simples que existen en el planeta desde hace más de 500 millones de años. Viven en el fondo de mares cálidos, alimentándose de restos orgánicos, microalgas y bacterias. Estos organismos se reproducen por división, por lo que si hay suficiente comida, en uno o dos días el número de individuos se duplica.
¿En qué se parecen a los mamíferos?
Los Trichoplax tienen 12 tipos de células, pero su digestión a nivel celular es similar a los procesos de organismos más avanzados. Por ejemplo, al igual que a los humanos, les gusta el sabor del aminoácido glutamato, y su absorción de alimentos también está regulada por la insulina.
Según los autores del estudio, debido a la estructura simple de los Trichoplax y su relación evolutiva con los animales modernos, incluidos los mamíferos, los datos de la investigación podrían ayudar a comprender mejor cómo la radiación solar y las perturbaciones magnéticas afectan el tracto digestivo de los astronautas.
Durante un proceso de 11 años, los científicos crearon condiciones ideales para la especie ‘Trichoplax adhaerens’ (Placozoa) en su laboratorio, manteniendo constantes los niveles de temperatura, iluminación, humedad y nutrición. Además, se evaluó el tamaño y su cantidad cada tres días.
Las observaciones revelaron que «con un fuerte flujo de radiación solar, el número de individuos disminuyó en un 48 %, y con perturbaciones magnéticas en un 22 % debido a que los animales perdieron el apetito, por lo que crecieron más lentamente y se reprodujeron con menos frecuencia.»
Al investigar la causa del trastorno alimentario en ‘T. adhaerens’, los especialistas descubrieron la presencia, hasta ahora desconocida, de un alto contenido de iones de hierro en algunas células de su sistema digestivo. En el intestino humano, estos iones regulan la producción de mucina, una secreción que ayuda a las células a absorber nutrientes. Pero en ‘T. adhaerens’, la mucina se produce de forma diferente, ya que la digestión es externa y el hierro puede estar asociado al efecto de la sensibilidad a las fluctuaciones magnéticas: la magnetorrecepción. Esta propiedad ayuda a los organismos a percibir el tiempo y orientarse en el espacio utilizando el campo magnético de la Tierra.
La magnetorrecepción la poseen algunas especies de bacterias, insectos y animales, por ejemplo, muchas aves, pero es la primera vez que esta capacidad se halló en ‘Trichoplax adhaerens’, detalla el estudio publicado este mes en la revista Frontiers in Cell and Developmental Biology.
Los investigadores también comprobaron la hipótesis de que la sensibilidad de los Trichoplax a las sobretensiones magnéticas y a la radiación solar puede depender de su microflora natural. Durante su experimento, a varias poblaciones de estos organismos se les administraron diferentes antibióticos, que suprimieron el crecimiento de bacterias en sus células y redujeron su efecto en los animales.
En el grupo de estos organismos que recibió el antibiótico ampicilina, la actividad solar y magnética tuvo un efecto significativamente menor sobre la nutrición y su tasa de reproducción.