Durante años se habló de desarrollo, pero nada se hizo porque el ciudadano no se llevara la luz roja, porque nos volviéramos respetuosos del orden y este, es el principal signo de progreso.
La construcción de carreteras y medios de transporte modernos facilitan la vida, pero, por otra parte, el desorden en construcciones, faltas de regulaciones, supervisiones, permisividad, impunidad, corrupción, se entendían por la sociedad dominicana enfermándola hasta lo que tenemos hoy.
Los programas de TV y Radio dejaron de ser supervisados, la chabacanería, malas palabras, enajenación, irrespeto a las mujeres y estas, irrespetándose a sí mismas, dieron paso al abandono de buenas costumbres de respeto que eran la clave y el orgullo de la República Dominicana.
El fenómeno de colmadones dieron paso a los teteos, salió la tolerancia de zonas específicas y se incrustó en los barrios, llenando de intranquilidad y de poco dormir al pueblo trabajador, el caos y el desorden se generalizó.
El abandono llegó a puntos que dejaron de chequearse el estado de los automóviles, se desorganizó todo el parque vehicular, hasta convertirnos en el país competitivo en cifras de accidentes de tránsito.
El deterioro social ha llegado a puntos que el dominicano dejó de ser solidario para ser capaz de asaltar un camión de cervezas accidentado y «robar» el contenido hasta depredar heridos en la carretera.
Nos vendieron un modelo de desarrollo basado en el modernismo, el uso de la tecnología, no de crearla, ausencia de planes de desarrollo social pues, el caos, es una forma de gobernar y facilita el control social.
El ser humano pasó de ser ciudadano a cliente.
Sí, tenemos metros y carreteras, teléfonos inteligentes para ver tiktok, pero… ¿Cuál es la sociedad que hemos construido?.