En una sociedad donde la violencia, el desorden y la falta de respeto parecen haberse normalizado, la ministra de Interior y Policía, Faride Raful, ha asumido una postura firme para enfrentar uno de los problemas más persistentes: la contaminación sónica. La llamada guerra contra el ruido no es un capricho personal, sino una medida necesaria y respaldada por la ley.
El bocinaje, disfrazado de diversión, es en realidad un factor determinante en el clima de violencia que afecta a los barrios. La música ensordecedora a cualquier hora del día o de la noche no es entretenimiento, es una agresión directa al derecho de los demás a la tranquilidad y al descanso. Los barrios no son espacios para ser secuestrados por el ruido ni por la imposición de una cultura que legitima el irrespeto como forma de convivencia.
En este contexto, resulta preocupante ver a comunicadores como Alfredo de la Cruz, Santiago Matías (#Alofoke), Jaime Rincón, Noelia Hazim, Luisín Jiménez, La Tora, Delvis Lanfranco, el tuitero conocido como Gabi, los autodenominados como SOMOS PUEBLO, entre otros, atacar abiertamente a la ministra Faride Raful. Lo que quizás no calcularon es que esta vez el respaldo popular no está de su lado. Al criticar a una funcionaria que solo está cumpliendo con su deber, estos comunicadores han comenzado a sentir el descontento de sus propios seguidores.
El mensaje es claro: la sociedad dominicana está cansada del caos. No se puede justificar el desorden con el pretexto de la diversión ni permitir que unos pocos impongan su voluntad sobre la mayoría. Faride Raful no está persiguiendo la alegría ni el derecho al entretenimiento; está combatiendo una práctica ilegal que afecta la calidad de vida de miles de personas.
El tigraje no puede ser una bandera que defiendan quienes tienen una voz en los medios. Ser comunicador conlleva una responsabilidad social que va más allá de las tendencias momentáneas en redes. La ministra está demostrando que el orden y la ley no son negociables, y quienes intenten obstaculizar este proceso terminarán quedándose solos, porque la mayoría silenciosa, esa que sufre el ruido, la violencia y el irrespeto, está apoyando esta cruzada por la paz.
La solución no está en los ataques mediáticos ni en la defensa de prácticas que solo traen más problemas a los barrios. La solución está en respetar la ley, convivir en armonía y entender que la libertad de uno termina donde comienza el derecho del otro. Faride Raful ha demostrado valentía, y es hora de que todos nos sumemos a su causa en lugar de intentar socavarla.