El caos urbano irrumpe el sosiego del destino turístico del Este

caosVERÓN PUNTA CANA. Por las calles de Verón abundan los tarantines. Improvisados puestos de frutas, verduras, cosméticos, ropas y freidurías conforman la imagen de una ciudad en alharaca, contrapuesta al sosiego de los grandes complejos hoteleros que resaltan en la parte este del país.

El caos, atribuido a la incapacidad de las autoridades municipales, del Gobierno central y del empresariado de la zona para acordar y desarrollar un plan de ordenamiento territorial, convierte a los centros urbanos de la zona en una amenaza al turismo, actividad que el año pasado reportó ingresos al país por US$7.177.5 millones, según el Banco Central.

Verón, Bávaro y Punta Cana conforman el Distrito Municipal Turístico Verón Punta Cana, una demarcación costera de 43,982 habitantes (al Censo de 2010, estudio poblacional más reciente) que atrae alrededor del 60% de los turistas que visitan los destinos turísticos nacionales.

 

Solo en 2017 recibió por el aeropuerto de Punta Cana a 3.6 millones de los 6.1 millones de turistas que llegaron al país, según cifras del Banco Central. También figura como líder en Latinoamérica en recibir turistas, al registrar 3.43 millones de visitas en el Índice Anual de Ciudades Globales de Destino elaborado por Mastercard en 2017. Le siguen México, con 3.0 millones, y Lima, con 2.68 millones.

Pero fuera de las grandes plazas comerciales, centros educativos y de salud construidos en estructuras modernas para acoger a los turistas, existe, a lo interno del municipio, otra forma de vida que no se ve en las piezas publicitarias que promueven el “paraíso turístico” del Este.

En el sector La Cristinita, en Verón, saludan al visitante una danza de ropas colgadas de un alambre debajo de un pequeño techo de zinc, dispuestas para la venta al lado de una parada de motoconcho.

De un lado y otro de las calles se repite la imagen de tarantines y domina la estridente música en los colmadones que, mezclada con el sonido de los altoparlantes de vendedores de víveres o el claxon de sus camionetas, dificulta una conversación fluida.

El ambiente en La Cristinita y su imagen urbanística se sienten también al pasearse por sectores como La Seiba, Macao, Kosovo, Villa Playwood, Mata Mosquito o en el Hoyo de Friusa, todas barriadas del distrito municipal.

Los sectores populosos surgieron a la par que se desarrollaba la actividad hotelera que inició en la zona en la década de 1970 y que tuvo gran impulso con los empresarios Frank Rainieri y Theodore Kheel.

Esas barriadas acogieron a las personas que llegaban a trabajar en las distintas actividades de soporte al turismo, como la construcción y servicios de hostelería, al punto que casi toda su población es inmigrante, proveniente de distintos puntos de la geografía nacional y el extranjero.

Verón Punta Cana es uno de los tres distritos municipales del municipio Salvaleón de Higüey, en la provincia La Altagracia que, según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), tenía 26,480 residentes extranjeros y 87,268 nacidos en otros municipios, de una población total de 251,243 habitantes registrados al 2010.

Ramón Ramírez, director de la Junta Municipal, calcula que en Verón Punta Cana hay unos 120,000 habitantes en la actualidad y que el 90% se estableció en la demarcación en los últimos años. Basa su aseveración en datos del padrón de electores que presentó la Junta Central Electoral en 2016 con un registro de 16,728 inscritos para votar en esa demarcación.

Las imágenes a continuación permiten ver del cambio de densidad del territorio Verón Punta Cana, en los últimos 10 años.

Informalidad

Casi escondido entre cordeles de «snacks» que asoman por la puerta de su estrecha vivienda, Mislet Lafalaise, un ciudadano haitiano de 37 años, cuenta que llegó a La Cristinita hace un año a trabajar en el sector construcción. Recibe 600 pesos por jornada cuando encuentra quien lo contrate.

Hace cuatro meses decidió poner el pequeñito negocio en la casa de aproximadamente cuatro metros cuadrados que comparte con su esposa y su hijo de cinco meses.

Al día vende unos RD$300 pesos que le ayudan a completar los RD$2,500 que paga cada mes por el alquiler del cuarto.

Hace un par de semanas, el negocio estaba en la acera frente a la vivienda, pero por advertencia de las autoridades municipales, Lafalaise tuvo que moverlo.

La Junta Municipal de Verón Punta Cana tiene una brigada de “desarrabalización” que diariamente retira entre 5 y 15 mesas u otros objetos que se colocan en las aceras con mercancías para vender. Sus dueños casi siempre son inmigrantes haitianos que se excusan ante las autoridades con la frase “no tengo trabajo”, cuenta el agente municipal que comanda la brigada. “Pero eso solo ocurre en los barrios, no en las zonas turísticas, ahí no. No lo permitimos”, sostiene el agente.

Contigua a la casa de Lafalaise hay otras cinco de no mayor tamaño. Al lado y al frente se ven estructuras similares de caseríos de madera, de zinc o de block que asemejan barracones. Ese estilo de vivienda se extiende por otras calles del barrio.

Sin Planificación

“Son comunidades que crecieron a orillas de la carretera sin ninguna planificación, pues los hoteleros solo se preocupan por sus hoteles, su sector, y el pueblo creció sin organización”, se excusa el director de la Junta Municipal, Ramón Ramírez.

Joel Santos, presidente de la Asociación Nacional de Hoteles y Restaurantes (Asonahores), responsabiliza a las autoridades municipales y al Gobierno central por no hacer cumplir las normas de ordenamiento territorial.

Ese sector lleva años quejándose de la “arrabalización”, y advierte del peligro que ello supone para la seguridad de los turistas.

Arturo Villanueva, hotelero de la región Norte, recuerda que el turismo de Puerto Plata colapsó en la década del 1990 debido a que no se planificó el desarrollo de esa ciudad de la costa atlántica. Teme que pueda ocurrir lo mismo en la región Este.

Pero Ramírez se justifica en que como autoridad municipal no decide el planeamiento urbano. Los permisos de uso de suelo los otorga el cabildo de Salvaleón de Higüey que también cobra los arbitrios que generan, limitando las capacidades de ejecución de un cabildo que maneja un presupuesto mensual de RD$3,159, 000.

Aunque ha peleado su independencia en los tribunales, las sentencias le son contrarias. La última decisión (TC/152-13), que rechaza un recurso de conflicto de competencia que sometió el director del Distrito Municipal en 2012, la emitió el Tribunal Constitucional en septiembre de 2013.

Inmigrantes

A las 5:00 de la tarde, la calle Respaldo España, de Friusa, acoge los pasos presurosos de cientos de personas. Muchos de ellos llevan consigo alguna herramienta que los delata como trabajadores de la construcción. Casi todos son haitianos.

“Es que aquí hay siete haitianos por cada dominicano”, comenta Pedro González, quien reside en el lugar.

Entre los caminantes va Luis Pérez, de nacionalidad haitiana. Llegó hace 16 años a Verón atraído por la idea de mucho trabajo. Trabaja construcción. Lo que gana apenas le alcanza para mantenerse y mandar algo de dinero a su familia que vive en Barahona, así que se unió a un amigo para alquilar una pequeña vivienda. Entre ambos pagan RD$4,000 mensual.

En el sector Kosovo, Bernardo Guerrero también se queja de la gran cantidad de inmigrantes haitianos. “Esta es una zona de sobrevivencia. Aquí viven inmigrantes que vinieron a trabajar en la construcción y se fueron quedando, luego trajeron a su familia”, comenta.

La presencia de haitianos, muchos ilegales, preocupa a los hoteleros del Este que en marzo pasado pidieron la intervención de las autoridades de Migración.

“No he sentido que se haya hecho nada importante”, comenta Santos, presidente de Asonahores. Niega que la industria hotelera sea responsable de esa migración, aunque la atraiga. “El sector turístico formal no emplea ilegales y eso empuja a muchos a la informalidad que se ve en las calles”, sostiene.

Mientras remueve fichas de dominó en el patio de un colmado en La Cristinita, Jorge Moreta también habla de la presencia de haitianos, aunque a él no le afecta. Tiene doce viviendas para alquilar, siete de ellas rentadas a ciudadanos de Haití, incluida la de Lafalaise.

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