Los Verdes han triunfado en las elecciones bávaras con un mensaje proeuropeo y de sociedad de acogida
Casi sin palabras, la siempre sonriente Katharina Schulze subió la noche del domingo en Múnich al escenario de la fiesta de Los Verdes, el partido estrella de las elecciones bávaras. “Es un resultado histórico […] Baviera necesita una política valiente y no del miedo. La mayoría absoluta de la CSU [los socialcristianos bávaros] es pasado”. Las intervenciones de los líderes del partido que ha logrado una segunda posición y ha experimentado una subida vertiginosa fueron la noche del domingo todas en la misma dirección. “Este resultado demuestra que se puede ganar con un discurso claro proeuropeo en lugar de Baviera first”, dijo el exlíder del partido en Berlín Cem Özdemir. En el escenario, un cartel gigantesco en el que se leía: “Coraje en lugar de miedo”.
Más allá de las palabras, flotaba en el ambiente una sensación que trascendía el triunfo electoral. De que en esta elección el partido ecologista ha logrado que cristalice un estado de ánimo, un contrarrelato que desafía al discurso del miedo y la xenofobia. Un relato proeuropeo que defiende una sociedad abierta y social y que choca con la marea populista de derechas, que ha vuelto a seducir a millones de votantes en estos comicios. La extrema derecha, Alternativa por Alemania (AfD), ha entrado además por primera vez al Parlamento bávaro con un 10,2% de los votos y un discurso de cierre de fronteras.
A la CSU, sin embargo, le salen las cuentas para formar Gobierno con los electores libres, una plataforma conservadora que defiende intereses locales. De consolidarse esa fórmula, los Verdes, pese a su resultado, quedarían excluidos del Gobierno regional.
Pero lo nuevo es que ha emergido un partido que se ha enfrentado al discurso populista con claridad y que ha triunfado. La noche del domingo, los convencidos se dieron cita en una sala de conciertos en el centro de Múnich. El público que escuchaba a Schulze era como ella (33 años), muy joven y con ganas de fiesta. Bailaron hasta las tantas, con cara de no poderse creer lo que les estaba pasando. Los Verdes en Baviera habían sido hasta ahora un partido de nicho, que rondaba el 8%. En las elecciones del domingo han conseguido con un 17,5% de los votos no solo pulverizar su marca, sino sobre todo quebrar la histórica hegemonía de los conservadores bávaros, que han encadenado mayorías absolutas durante seis décadas casi ininterrumpidas. Han conseguido además convertirse en un potente referente de la izquierda en Baviera, eclipsando a la socialdemocracia.
Las cifras reflejan con claridad que el discurso del miedo no ha funcionado. Que a la CSU le ha costado una bajada de 10,4 puntos porcentuales ─hasta colocarse en el 37,3%─, mientras que el mensaje de esperanza y de construcción de una sociedad en positivo ha supuesto para los Verdes una subida de 8,9 puntos respecto a las elecciones de 2013. Una encuesta que publicaba el domingo la cadena de televisión ARD ofrecía una buena explicación. Cuando se preguntaba a los electores cuál eran sus principales preocupaciones a la hora de votar, el 52% decía que la política educativa, el 51% el precio de la vivienda, el 49% el medio ambiente y solo en cuarto lugar, con un 33%, los refugiados.
Ann Lang, una joven gestora de proyectos con la cabeza medio rapada y gafas hípster explicaba la noche del domingo por qué había votado a Los Verdes y por qué pensaba que habían ganado. Cree que han logrado construir una alternativa progresista que muchos votantes andaban buscando. “Es el único partido que se ha desmarcado conscientemente de la agenda populista”, y señalaba un cartel a la entrada de la fiesta en el que se veía al tándem de candidatos y se leía “corazón en vez de odio”; un lema que se escucha en Alemania cada vez con más frecuencia.
“Mire, mucha gente que votaba antes a la CSU cree que se han ido demasiado a la derecha y han buscado una alternativa. Antes eran solo el partido ecologista. Ahora están desempeñando el papel de los socialdemócratas [SPD], que casi no existen”, explica Lang, de 45 años. Sus impresiones las refrendan los datos. Los Verdes recibieron el domingo 190.000 votos de antiguos electores de la CSU, según el análisis de la televisión pública ARD.
En la fiesta de los ecologistas hay una razón que se repite tal vez más que otras. La idea de que han defendido con claridad una sociedad abierta y de acogida. “Yo les he votado por los refugiados. Las declaraciones de Seehofer [el ministro de Interior y líder de la CSU que ha deglutido parte del discurso ultra] son muy extremas”, cuenta Anne Kombrink, una pedagoga social de 37 años que charla con un par de amigos en las típicas mesas corridas cerveceras de madera. “Que Seehofer quisiera cerrar las fronteras en contra del consenso europeo es terrible”, apunta su amigo Hans Meyer, algo más mayor. “Ya hemos visto lo que nos trajo el nacionalismo en los años treinta. No, gracias”, termina Meyer. “Somos una unidad económica, pero también de valores. Europa es nuestro camino. China o Estados Unidos no pueden ser nuestro modelo”, añade el tercero, Peter Weber.
La Heimat, el sentido de pertenencia a la tierra natal que la CSU ha monopolizado durante décadas en Baviera es también ahora patrimonio del partido verde, que ha luchado en esta campaña contra los excesos urbanísticos y cuya candidata no duda en acudir a los actos vestida con dirndl, el traje típico bávaro. “Para nosotros Heimat significa una sociedad abierta a la que puede venir más gente y sentirse también parte de ella”, explica Anna Hanusch, una arquitecta de 42 años, que charla con un jovencísimo candidato local. “La de los refugiados también es una historia de éxito. La integración ha funcionado muy bien en muchas partes de Baviera, pero han acabado deportando a gente con trabajo que hacía mucha falta”, recuerda la arquitecta.
Una hora después, la comida se acaba, un líder verde decreta el “cerveza gratis para todos” y los DJ suben el volumen de la música. Hanusch y los demás mueven las caderas. Los Verdes tienen fiesta para rato.
Debacle socialdemócrata
El lunes emergieron con mayor claridad los restos del naufragio electoral. Los socialdemócratas (SPD), que acabaron la noche electoral en quinta posición, por detrás de la extrema derecha, centraron buena parte de los análisis. Obtuvieron un 9,7% de los votos, algo menos de la mitad de lo que lograron en 2013. Ese resultado supone una debacle sin paliativos que podría traer consecuencias de calado en Berlín, donde el SPD gobierna en gran coalición con los conservadores de Angela Merkel y con los bávaros, tres partidos en horas bajas.
Un análisis de la migración de los votos del SPD respecto a la cita anterior de 2013 indica que hasta 230.000 han ido a parar precisamente a Los Verdes, que se perfilan como una alternativa a los socialdemócratas, también a nivel nacional. Hasta 150.000 electores han emigrado del SPD a los conservadores y hasta 100.000 de los que fueran votantes habituales de la socialdemocracia han muerto. La avanzada edad es una de las características de los votantes del SPD en Baviera. En la categoría de votantes de más de 60 años es en la única que el SPD queda en segunda posición, con un 14%. En el resto de franjas de edad, es decir, entre los más jóvenes, los socialdemócratas quedan muy por detrás, con un 7% para los menores de 44 años.
Andrea Nahles, la líder socialdemócrata, optó el lunes por la huida hacia delante, al menos hasta dentro de dos semanas, fecha de una nueva cita electoral regional, esta vez en Hesse. Será entonces, en unos comicios que no cuentan con la excepcionalidad del caso bávaro, cuando de verdad se valore la gravedad de las heridas de la gran coalición y cuando previsiblemente suenen con más fuerza las voces que piden la salida del SPD de un pacto de gobierno que le ha costado un importante desgaste. “Está claro que nuestro estilo de cooperación tiene que cambiar”, dijo Nahles a la prensa. “Necesitamos mejorar la comunicación y lograr progresos”, dijo.