Durante la «segunda etapa» de la Guerra Fría en la que CUBA estaba envuelta, Fidel Castro mandó a distribuir entre los «cuadros» del partido de primer nivel y de segundo un libro llamado (si mal no recuerdo) Pasión por la Excelencia, capitalista, no norteamericano que contaba las historias de un gurú del comercio que convertía negocios rotos en productivos, para que los «nuevos» dirigentes cubanos se preparan para los nuevos tiempos.
Así mismo, Fidel «mandó» a todos a estudiar inglés luego de aquellos tristes errores de dividir el sistema educativo en el tópico del lenguaje de mitad ruso, mitad inglés y que parió la ignorancia del otro idioma a la otra mitad, aunque posiblemente hoy se justifique por el nivel casi absoluto del comercio con la antigua Unión Soviética.
Fidel ordenó, como presidente del país y del partido, estudiar el «lenguaje del enemigo», no necesariamente por ser el lenguaje «dizque» universal, sino… el del enemigo.
Según la Biblia, los hombres desafiaron a Dios construyendo la torre de Babel y este les separó en lenguajes.
El éxito de Hernán Cortés en México se basó en una mujer que sabía el lenguaje de los Mayas y los Mexicas, pues, el «interprete» español con que se desembarcó en Yucatán solo sabia el primero,, pero Tenochtitlan hablaban otro idioma y ella, que había sido vendida por unos hacia los otros supo ser «importante» solo por conocer los idiomas y su poder imprescindible, tuvo hasta parte en la «corte» hasta matrimonios,
El mundo de la globalización llegó a su fin.
Estados Unidos, por muy cerca que esté terminará siendo una «potencia» más y seguro saber inglés no servirá ni un Moscú, ni en Dubai ni en Pekin, por lo que ampliar el conocimiento de al menos lo básico de las «nuevas potencias» no estará de más y se asegura que saber algo de «mandarín» será próximamente imprescindible. Solo en India que casi toda habla «Indi» (no inglés) son 1200 millones, mientras China 1300 millones.
República Dominicana y Haití son la sal y el azúcar, el cielo y la tierra, la noche y el día, sin embargo, la cercanía más la pobreza de uno al lado del otro convierte a la zona «hispana» en «víctima» de la «invasión» del «creole» como realidad inevitable aunque se construyan muros hasta más altas que la propia Torre de Babel.
El haitiano llega con conocimiento básico del español y aunque se hagan los «suecos» entienden lo que uno les quiera decir, pero cuando hablan delante de uno de «nosotros», no sabemos que dicen por qué en esto de saber vivir la repulsión al «invasor» eterno ha vencido incluso, al más brutal sentido común.
Están en todas partes… desde limpiando las casas de la clase media y alta, construyendo las torres de los ricos o reconstruyendo las casitas de los pobres y clase media, en los motoconchos y conchos donde el dominicano le confía su vida, cultivan el alimento que consumimos, empacan los «Manís» en los semáforos y les compramos los «guineos» o tomamos los jugos de «china», pero no queremos aprender el ABC de su idioma por quién sabe qué justificación.
En la segunda guerra mundial, en la zona del pacífico, los norteamericanos idearon un sistema de comunicación que debía ser demasiado complejo para no ser descifrado por el enemigo (Japón) y para ello contrataron a «indios» «americanos» por precisamente la casi imposibilidad de ser descubiertos porque los guerreros tienen ventaja cuando conocen el lenguaje del enemigo y pierden demasiado cuando ignoran que este dice en su cara.
El resistirse a «conocer» algo de idioma del enemigo no es una actitud patriótica, es simplemente una falta de sentido común que roza la estupidez, pues el negado no puede evitar que, como aire, nos «rodean» por doquier y así será parece por unas cuantas décadas más.