creado por Multimedios LZO, la Agencia de Prensa
El Ministerio de Interior y Policía de la República Dominicana, bajo la dirección de Faride Raful, autorizó una marcha convocada en Friusa, Bávaro, centrada en la presencia de inmigrantes haitianos en el país. Aunque a simple vista podría parecer una protesta ciudadana, crecen las sospechas de que tras ella podría haber una maniobra política destinada a desgastar al gobierno de Luis Abinader y, específicamente, a la gestión de Faride como ministra. Al permitir la marcha pero mantener un control estricto, Interior y Policía habría desbaratado lo que algunos especulan podrían haber sido propósitos más allá de una simple manifestación, dejando en evidencia las posibles intenciones de los organizadores, entre los que destacan Santiago Matías, conocido como «Alofoke», y Abel Martínez, aspirante presidencial por el PLD con un futuro político aún incierto.
Una marcha bajo sospecha
Friusa, un núcleo turístico y económico con una significativa población haitiana que sostiene sectores como la construcción y los servicios, no parece un lugar elegido al azar. Algunos observadores sugieren que los convocantes —Alofoke, autoproclamado candidato presidencial, y Martínez, con su peso en el PLD— podrían haber visto en este escenario una oportunidad para algo más que visibilizar el tema migratorio. Se especula que la marcha, en una zona de aparente mayoría haitiana, podría haber sido concebida como una provocación, con el potencial de generar tensiones o incluso un incidente violento entre dominicanos y haitianos.
La teoría que circula es que el plan podría haber buscado poner a Faride en una posición vulnerable: si negaba el permiso, se la acusaría de débil o cómplice del supuesto «descontrol migratorio»; si lo autorizaba, como ocurrió, un desenlace caótico podría haberla responsabilizado directamente, dañando su gestión y al gobierno de Abinader. Hay quienes sospechan que los organizadores podrían haber esperado un enfrentamiento con víctimas, un evento que escalara a nivel internacional y diera munición a sus críticas. Aunque no hay pruebas de que este fuera el objetivo explícito, el contexto de Friusa y el tono de ciertos discursos alimentan estas conjeturas.
El trasfondo político: un ataque al PRM
Interior y Policía, liderado por Faride, es un pilar clave del gobierno del PRM, y cuestionar su manejo es atacar al Ejecutivo en su conjunto. El tema haitiano, siempre delicado en la República Dominicana, sigue siendo un arma recurrente para quienes critican a Abinader, a pesar de medidas como el muro fronterizo y las deportaciones. Alofoke, con su influencia mediática, y Abel Martínez, con su trayectoria política, podrían estar buscando capitalizar este descontento para ganar terreno en un escenario preelectoral que ya se calienta. La marcha en Friusa, bajo esta óptica, no sería solo una queja ciudadana, sino un posible intento de erosionar la imagen del gobierno, amplificando narrativas de caos o negligencia.
Un incidente grave —una posibilidad que algunos no descartan— habría dado a los opositores un arsenal de críticas contra Faride y el PRM, mientras los convocantes podrían haberse desmarcado del resultado. Sin embargo, al autorizar la marcha y garantizar su control, Interior y Policía habría frustrado cualquier posibilidad de que estas supuestas intenciones prosperaran, manteniendo la situación dentro de los límites del orden público.
Interior y Policía: ¿triunfo táctico o desafío latente?
Al permitir la marcha pero neutralizando cualquier deriva peligrosa, el Ministerio de Interior y Policía ha evadido lo que muchos ven como una trampa política contra Faride y el gobierno de Abinader. La decisión no solo preservó la estabilidad, sino que impidió que el evento se convirtiera en un arma de doble filo para el PRM. Aun así, este episodio deja preguntas abiertas. ¿Fue solo una protesta canalizada o un indicio de estrategias más agresivas por venir? El gobierno no puede limitarse a contener provocaciones; debe abordar el tema migratorio con políticas claras que desactiven estas jugadas.
Por ahora, Interior y Policía ha salido airoso de un escenario que podría haber escondido fines más oscuros de lo que se admite públicamente. Los organizadores, con sus posibles propósitos frustrados, han quedado bajo el reflector. Pero Friusa resuena como una advertencia: en un país donde la política y las tensiones sociales se entrelazan, el próximo movimiento podría ser más arriesgado. La especulación sigue viva, y el juego, en marcha.

