Donald Trump mató el acuerdo nuclear firmado en 2015 con Irán tras su retirada unilateral hace un año y Hasán Rohani arroja la piedra palada de tierra para enterrarlo de forma definitiva. Pese a cumplir todo lo pactado, según los informes elaborados por la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), Estados Unidos volvió a imponer duras sanciones a la república islámica y sus dirigentes han dicho basta. Rohani da un ultimátum de 60 días al resto de firmantes del pacto (Rusia, China, Francia, Alemania y Reino Unido) para que muevan ficha y tomen medidas capaces de hacer frente a la presión estadounidense que ahoga a los iraníes.
Si estas medidas dirigidas a facilitar las transacciones con el sistema bancario iraní y la venta de petróleo no llegan, «ya no tendremos un nivel limitado de enriquecimiento; es decir, ya no cumpliremos con el compromiso de mantener el enriquecimiento en el 3,67 por ciento», advierte el clérigo moderado, un nivel en el que este combustible atómico sólo puede ser empleado para aplicaciones civiles, y no militares.
En un discurso televisado a la nación, Rohani anunció además que su país reduce de manera temporal sus compromisos adquiridos en 2015, pero aclaró que el acuerdo «sigue en pie. Anunciamos nuestra reducción, no nuestra salida. El acuerdo necesita una cirugía, esta es para salvarlo y no para destruirlo». Las dos primeras medidas de presión anunciadas por Rohani consisten en dejar de limitar las reservas de agua pesada y de uranio enriquecido, unas medidas de las que han sido informados directamente esta misma mañana los embajadores del resto de los países firmantes del pacto en Teherán.
En toda la intervención Rohani ha insistido en que Irán «no ha abandonado la mesa de negociaciones y siempre está dispuesto a dialogar en el marco del acuerdo nuclear, ni una palabra más ni una menos». El dirigente iraní recuerda la letra pequeña de un acuerdo que en los puntos 26 y 36 precisa que su país tiene derecho a reducir sus compromisos si las otras partes no cumplen con sus obligaciones, una situación que se produce desde que hace un año Trump volviera a imponer sanciones.
La decisión de Irán arroja la pelota al tejado del resto de firmantes del pacto, que en el último año han sido incapaces de implementar medidas prácticas que ayuden a superar a Irán las sanciones de Trump. Además de castigos económicos y de incluir a la Guardia Revolucionaria en su lista de “grupos terroristas”, Estados Unidos aumenta su presión militar y ha envido un portaaviones al Golfo Pérsico para hacer frente a una imprecisa amenaza de los iraníes desvelada por el consejero de Seguridad Nacional, John Bolton.
Frente a los informes de la AIEA y a la decisión del resto de firmantes de permanecer fieles al acuerdo, Washington defiende la desconfianza en Irán y su programa balístico como argumentos para justificar su retirada del pacto y la vuelta a las sanciones. Trump cuenta con el apoyo de sus dos grandes aliados en Oriente Medio, Israel y Arabia Saudí, y con la vuelta de las sanciones busca presionar a Irán para frenar su expansión regional.