¡ Jóvenes para la primavera !

Por Manolo Pichardo
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Nada es igual. Las viejas formas se encuentran a centímetros del sepulcro, se arrastran a pasos lerdos y embutidos en sus cadavéricos talantes espectrales, en tumultuosos atrincheramientos que procuran impedir el cambio, lo que se expresa en una crisis derivada de prácticas, modos e ideas añejas que insisten en trazar las líneas del futuro, sin disponer del germen que alberga las fuerzas del cambio indispensables para la definición de un presente con vocación de futuro.

El filósofo italiano, Antonio Gramsci, definió esta lucha de orden dialéctico bajo la gráfica y didáctica explicación de que “una verdadera crisis histórica ocurre cuando hay algo que está muriendo pero no termina de morir y al mismo tiempo algo que está naciendo pero tampoco termina de nacer”. He dicho en repetidas ocasiones que los procesos políticos están ligados a los procesos sociales y económicos y, que éstos, a su vez, son una expresión de la forma en que se producen los bienes materiales y los servicios; partiendo de esta realidad cabe preguntarse, ¿se corresponden las prácticas, ideas y estructuras partidarias con la sociedad actual?

 

Aunque nuestro país no alcanzó el desarrollo industrial que los países del primer mundo, diseñó, en el orden jurídico, una sociedad que respondía a la realidad material de aquéllos. Con una composición social propia de un país en vías de desarrollo, desde el mismo nacimiento de la República (con relaciones de producción precapitalistas) los padres fundadores diseñaron una estructura de distribución del poder en un marco de completo desencaje social.

El modelo sirvió de base para crear partidos políticos tal como se crearon los primeros, iguales en estructura y pensamiento a los que conocemos hoy: a imagen y semejanza de los esquemas de la sociedad industrial que la Humanidad comenzó a abandonar, en la medida que el progreso científico-técnico, con énfasis en la comunicación y la información, para dar paso a una sociedad global en la que el conocimiento pasó a ser más importante que los factores clásicos de la producción: tierra, trabajo y capital.

Los partidos siguen siendo en nuestro país, y podríamos decir que en el resto del mundo, expresiones de aquella antigua sociedad que va muriendo y que se ancla en los viejos Estados nacionales superados por la producción deslocalizada (fragmentada) que reorienta la fuerza de trabajo, los flujos de capitales, los mercados y la forma de hacer negocios, lo que necesariamente conduce a la creación de individuos cada vez más desprendidos de la tradicional chimenea: nace un nuevo ciudadano, una nueva sociedad que responde a los estímulos de una época que marca un cambio en la conducta social.

Este nuevo ciudadano es un engendro de una revolución que trae un lenguaje productivo con nuevos códigos que crean una moral social distinta, y, en torno a ésta se entroncan las relaciones y las demandas de los individuos; así, por ejemplo, Bernie Sanders, que comenzó a interpretar el quiebre de los antiguos esquemas de la sociedad que le vio crecer y envejecer, emprendió una cruzada para liderar el cambio; Ocasio Cortez, es símbolo de la concreción de su proyecto.

 

En nuestro país debería haber esa complicidad entre las fuerzas que emergen con conciencia de las transformaciones que necesita la sociedad, (los nuevos agentes de cambio) y las que han construido bienestar y zapatas para el futuro. ¡Necesitamos Jóvenes para la primavera!.

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