La Estrategia Nacional de Fomento a la Industria de Semiconductores de República Dominicana, programada para lanzarse este mes, pende de un hilo tras la decisión del presidente estadounidense Donald Trump de solicitar al Congreso eliminar la Ley de Chips y Ciencia. Esta normativa, que ofrecía 52,000 millones de dólares en subsidios para la fabricación de semiconductores, era el pilar del plan dominicano para atraer inversión y crear empleos especializados, según el decreto 324-24 del presidente Luis Abinader. Sin embargo, el giro proteccionista de Trump amenaza no solo este proyecto, sino también la estabilidad de las zonas francas del país.
El pasado lunes, Trump anunció una inversión de 100,000 millones de dólares en Taiwán Semiconductor Manufacturing Company (TSMC) para producir chips en Arizona, calificando la Ley de Chips como “horrible” y exigiendo su fin para redirigir los fondos a reducir la deuda. Esta postura contradice las promesas de Marco Rubio, quien en febrero visitó República Dominicana y destacó las ventajas del nearshoring para convertir al país en un hub de esta industria, subrayando su cercanía y seguridad como aliado de Estados Unidos.
Desde 2023, el ministro de Industria, Comercio y Mipymes, Víctor Bisonó, venía tejiendo este plan tras reuniones con el subsecretario de Estado José W. Fernández. La estrategia, lista desde febrero, buscaba aprovechar los fondos estadounidenses para posicionar al país en la fabricación de semiconductores —esenciales para dispositivos como teléfonos, autos y equipos médicos— a través de tres ejes: aumentar la competitividad, ofrecer incentivos a industrias de alta tecnología y captar capital extranjero. Incluía la capacitación de 5,000 dominicanos y alianzas con universidades americanas, con el objetivo de insertar al país en una cadena global de valor.
Sin embargo, la visión de Trump va más allá de eliminar subsidios: busca concentrar toda la producción de semiconductores dentro de Estados Unidos, rechazando la fabricación en el extranjero. Esto pone en jaque a las zonas francas dominicanas, un motor económico que emplea a miles y depende de exportaciones a mercados como el estadounidense. Si Trump logra imponer esta política, las empresas que operan fuera de su territorio podrían ser ahogadas por restricciones comerciales o aranceles, afectando no solo la naciente industria de semiconductores, sino también sectores establecidos como textiles y electrónica ligera.
Bisonó había afirmado que “la manufactura de semiconductores es la columna vertebral del futuro” y que República Dominicana estaba lista para liderar en la región. Ahora, con el financiamiento en duda y las zonas francas bajo amenaza, el país enfrenta un escenario crítico. La apuesta por el desarrollo tecnológico y económico podría desvanecerse, dejando en vilo empleos, inversión extranjera y la oportunidad de diversificar su economía. En un mundo donde la tecnología dicta el progreso, este revés expone la vulnerabilidad de depender de políticas externas, especialmente de un aliado impredecible.
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