La lucha política en la República Dominicana es constante, las redes son un campo de batalla de insípidos y ofensivos intercambios entre seguidores de una acera electoral contra el otro, el primitivismo de la conciencia social emula la competencia del voto como un campo de baseball, es la mejor herramienta de dominación que a ciencia cierta no se sabe si es aupada y alimentada por el status cuo de las clases dominantes o no.
No bien se terminó un «torneo electoral» y comienzan a aspirar públicamente los perdedores o aventureros, a rellenar de inocuas propagandas las redes sociales sin que surjan propuestas de cambio socia, mejoramiento del ser humano sobre su desarrollo real, hasta parecer como hamsters en una noria infinita.
Es penosamente «normal» que los aspirantes a «reinados» electorales lo único que tengan sea la crítica al adversario y se esfuerzan más si este está gobernando, criticando, incluso, lo que puede estar bien, apostando al olvido de sus andanzas, rebuscando en solo, lo no realizado aunque este en proceso y claro, sin ánimos, deseos o sapiencia para leer un poco y elaborar un plan de gobierno capaz de enamorar las clases medias.
Los políticos han sido siempre un reflejo de la propia sociedad… cundidos de cuasi analfabetos, con cargos o elegidos e inteligentes, relegados por la mediocridad que no perdona el talento. Los «aspirantes» entonces son también el reflejo de la propia sociedad que se ha alimentado y santificado el individualismo, promoviendo pymes que maximicen el ego personal y la resolución del problema del individuo, sin empujar el bienestar social y la construcción de un nuevo ciudadano, la colectividad, el cooperativismo de todo tipo.
Queda entonces ver a los reciclados políticos prometiendo el paraíso que no han podido construir en lo social y el desarrollo, junto a jóvenes «promesas» con «faltas de ortografía en el pensar», sin sentimientos sociales de ninguna índole, cubiertos de deseos de subir solo, criticando al que está, indolentes como sus antecesores, llamados a continuar el abandono de la construcción de una sociedad mejor porque para poner su parte, no la estudian.
Si la apuesta fuera a juegos quien lo haga por los buenos, seguro perdería en un gran porcentaje, pues, cuando se revisa los que aspiran y no aparece mucho que valga la pena, sino criticones, odiadores que rozan el hater twitero, sin nada bajo la manda que no sea el «hechavainismo» sin sustancia.
La desesperanza no puede ser que al final gane, sin embargo, mirando los que van «sacando la cabeza» a destiempo, «candidateándose desde ahora» para alimentar sus propios egos y obtener un aplauso de un «lambón» que espera con la mano abierta la «logística» para «ayudarle», no habría nada nuevo que esperar para las próximas competencias electorales.
Las campañas basadas en crítica al contrario son de patas cortas.
Los titulares de aspirantes, incluso a la presidencia, son maximizados no cuando prometen cambios, sino cuando critican al que está, como parte del ejercicio periodístico de complicidad con mantener embrutecido al lector para que después termine siendo un soldado de esta estupidez mal llamado «debate en las redes» que se nutre del odio y la adversidad de una sociedad educada para «matarse» y ofenderse unos a otros mientras sus jefes políticos salen gananciosos o llenan sus arcas, van de vacaciones a Europa o se «hacen» de una suntuosa villa en una montaña.
El discurso de campaña dibuja el interior del político o del que aspira a serlo.
Si solo hay críticas y no hay propuestas sustentadas en el estudio, entonces, no hay nada que buscar, sino más arribismo, oportunismo, corrupción y hasta peor, incapacidad por ignorancia para ocupar un cargo electivo.