El pasado, primero de la mano del ex-presidente Hipólito Mejía y luego, con la definición, por el ex-presidente Leonel Fernández, construyeron el camino del proyecto que trató de introducir Luis Abinader sobre la «trata de personas», un mal que afecta en el mundo entero a cientos de miles de personas que quedan en condiciones de esclavitud y maltrato.
El camino ha sido lento y los organismos internacionales exigen.
El mundo está hecho para que la independencia sea «limitada» pues, para sobrevivir (o vivir), comerciar, accede a créditos, además, a la propia solidaridad, los países deben ser signatarios de tratados y acuerdos que los impone el solo hecho de existir.
Para ello, es preciso que los gobiernos acomoden poco a poco las legislaciones para estar sincronizado a lo que exige el mundo, la comunidad de naciones a la que se pertenece y que permite la propia vida del país, no se puede vivir a espaldas.
Estamos en un año electoral, la campaña comenzó, por lo que el propio presidente debe saber que todo lo que pase estará sujeto a ser «atrapado» como en «pelota» por los políticos y con ello, más que aportar, hacer su agosto con discursos y marchas, con prensa a favor o en contra, con posiciones que más que de debate parecen muy tomadas por el pelo hasta llegar al oportunismo más rancio y trivial, pero que se acepta en el mamotreto que le llaman democracia.
Lo principal está consumado: «el inicio del debate».
El proyecto de «trata» se retiró, pero volverá, porque no hay más remedio que volver y para ello se aplicarán los correctivos necesarios para que sea aprobado y que cumpla con los lineamientos mundiales sobre estos temas, pero en ese camino veremos de todo, porque los políticos a veces no son políticos, sino simples arribistas, oportunistas de contextos y momentos para hacer gobierno u oposición, conociendo que en estas luchas y los dimes y diretes, alguien termina ganando, y otros terminan perdiendo, solo resta saber, quién.
El debate en la República Dominicana sigue siendo la última opción para una clase política muy primitiva, que prefieren la cámara y la exposición a priori, a veces, sin leerse los proyectos, a llamar a un debate nacional cuando el tema lo requiere.
Es posible que el presidente, a sabiendas de este fenómeno, de cómo funciona el proceso de leyes que involucran al país, introdujera el tema para producir el efecto que se ha logrado, donde se exponen los unos y los otros, ahora, el tema, ya es tema y (valga la redundancia).