La XII jornada de lucha de la franquicia de los chalecos amarillos confirmó ayer sábado el retroceso o estabilidad de las manifestaciones pacíficas y «tranquilas», con una escalada inflamable de las manifestaciones radicales y ultra radicales, que culminaron con una batalla campal en la parisina Plaza de la República.
Tradicional manifestación emblemática, la de París, había sido convocada como «homenaje» a los chalecos amarillos heridos con balas de goma. Informado por los servicios de seguridad del Estado, Michel Delpuech, prefecto de París -la máxima autoridad policial en la capital-, confesó temer «acontecimientos graves», ante la previsible escalada de un «tema muy unificador, como es el de las violencias policiales».
Su temor se confirmó sin llegar al drama. La manifestación, relativamente modesta (entre 15.000 y 20.000 manifestantes) comenzó en «paz». Pero las intervenciones callejeras de varios heridos con balas de «goma», que pudieran perder un ojo, «calentaron» los ánimos de la minoría pasional y radical. Poco después de las cuatro de la tarde de ayer comenzó una espectacular batalla campal en la Plaza de la República, uno de los lugares más emblemáticos de la vida cívica francesa.
Los chalecos amarillos tenían su propio servicio de seguridad y urgencias, que trabajaron de manera intensiva durante tres horas largas, mientras se prolongaron los enfrentamientos violentos.
Varios centenares o millares de chalecos amarillos se instalaron en el centro de la plaza, al pie de la estatua en bronce realizada en 1880 por los hermanos Morice: una señora de formas muy generosas, representación canónica de una «república» muy «maternal». Las tanquetas, cañones de agua y camiones antidisturbios bloquearon todos los accesos a la plaza. Las bandas de chalecos amarillos radicales se desplazaban de un extremo a otro, haciendo fuegos, lanzando «proyectiles» de todo tipo contra las fuerzas del orden, que respondían con severidad calculada: granadas lacrimógenas, primero, disparos de cañonazos de agua, cuando era necesario, cargas a grito de «guerra» con la porra en alto, hasta disolver a los «insurrectos».
En el resto de Francia, la XII jornada de lucha de la franquicia de los chalecos amarillos terminó de manera similar, con el mismo «ritual» nihilista.
Ruptura social
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, hizo concesiones por un valor que iba de los 10.000 a 15.000 millones de euros, a las tres semanas del estallido de la crisis, que ha cambiado de naturaleza.
En su origen, la franquicia de los chalecos amarillos comenzó siendo una tímida pero profunda «revuelta fiscal» de clases medias amenazadas por la precariedad. Aquella primera «generación» de chalecos ha quedado relativamente desplazada, sustituida por un arco iris que tiene muy distintos tonos, del amarillo pasión ultra nacionalista (extrema derecha) al amarillo chillón de ultra izquierda.
El presidente Macron estima que los chalecos amarillos más extremistas pudieran estar manipulados o «influenciados» por los servicios de seguridad de Vladimir Putin y sus cadenas de información permanente, como «Russia Today».
Sin embargo, los ataques de nihilismo y violencia callejera que ayer volvieron a estallar, en el corazón de París y varias ciudades de provincias, como Burdeos, tienen rasgos profundamente franceses y parecen anunciar una nueva ruptura y fragmentación social y cultural, muy profunda e inflamable.
La crisis de la franquicia de los chalecos amarillos que comenzó el 17 de noviembre pasado comienza a tener un balance inquietante, en muertos, heridos y violencia.
Según las cifras oficiales, la crisis se ha cobrado 14 muertes «accidentales», más de 3.000 heridos de muy diversa naturaleza, 71 heridos víctimas con balas de “goma”.
El ministerio del Interior ha reconocido el disparo de 9.228 tiros con balas de «goma» y la apertura de 116 investigaciones oficiales para intentar esclarecer 10 heridas «irreversibles» (pérdidas de un ojo).
Medio centenar de abogados han presentado querellas de distinta naturaleza contra las fuerzas del orden, acusadas de un «uso desproporcionado» de la fuerza.
Durante las tres primeras jornadas crisis, en noviembre y diciembre, las manifestaciones terminaron con estallidos de violencia y vandalismo contra comercios y establecimientos bancarios.
Durante las tres últimas semanas de crisis, el vandalismo contra bancos y comercios se ha reducido significativamente, pero ha crecido la violencia de los enfrentamientos entre chalecos amarillos muy radicales (de extrema izquierda, extrema derecha y «otros») y las unidades anti disturbios, que suelen tardar varias horas en restablecer una precaria «normalidad» en lugares emblemáticos de París y varias capitales de provincias.