Por Rafael Santos
Dedicado a mi amigo Emmanuel Imbert.
Llamarse un ente pensante en una modernizada e idiotizada sociedad que lleva un dispar rumbo que se acerca más a la sinrazón que a la misma lógica, es un claro desafío a quiénes se dicen pensar sin siquiera saber cuándo se piensa con pensamientos pensantes.
Quienes tienen la osadía de pensar, viven en constantes riesgos a que los llamados cuerdos de esta modernizada era, les llamen despectivamente locos, solo porque el pecado capital de hilvanar razonamientos a través de la aventura del pensamiento, les permiten descubrir nuevos mundos para hacer de este algo mejor.
Los pensantes, son y serán siempre los genuinos antagonistas de esta triste película, en donde quienes piensan, son sencillamente desfasados seres que suelen ser bichos muy raros, esos, que lastimosamente caben muy pocos dentro del recipiente en donde más que aliento, suelen recibir bofetadas mentales, la cuales algunas suelen resbalar sus sentimientos, mientras que otras, a lo mejor se quedan grabadas para sacarlos a relucir en ese momento estelar que siempre le llega cuando el pensante lograr escalar la cima de la razón.
Ser pensante en una sociedad mediatizada y carcomida por antivalores tan pronunciados, es un terrible riesgo que se corre a la hora de pretender ser un poco diferente cuando se decide enrumbar un norte hacia algún tipo de horizonte nunca ante explorado.
Quienes suelen ser entes pensantes, sencillamente pierde muchas veces la noción hasta de su propia existencia para sumergirse dentro de una temible cavidad, en donde solo caben sus pensamientos, sus mundos, sus deseos, sus pasiones, sus agonías y sus sueños………
Por eso no me considero pensante. Aunque a veces debo admitir, que cuando suelo pensar, me sumerjo dentro de un raro universo en donde mi mayor beneplácito es, sentirme navegando sobre una densa niebla, esas que quiérase o no, también me convierten en un bicho muy raro, de esos que solo suelen pensar que están pensando.
