Los ríos revueltos por la Humanidad sacaron a los peces de agua dulce de sus hábitats milenarios

pescadorLas cosas comenzaron a cambiar en el siglo XIX, con los primeros intercambios de especies entre América del Norte, Europa y Australia.

Los peces de agua dulce vivieron durante millones de años en sus ríos o lagos sin mezclarse con los de otros continentes, hasta que los desplazamientos humanos transformaron sus hábitats y crearon una única y gran región intercontinental, según un estudio publicado esta semana.

Esta transformación, que se aceleró a mediados del siglo XX, constituye según los autores una prueba suplementaria del ingreso en el Antropoceno, una nueva época geológica caracterizada por la omnipresencia de los impactos de las actividades humanas en la Tierra, que muchos científicos tratan de oficializar como denominación académica.

Hasta entonces, la biodiversidad terrestre evolucionaba en áreas separadas por barreras naturales como mares, montañas o zonas climáticas.

Un «confinamiento» que parecía más inmutable aún para los peces de agua dulce, que no podían dispersarse a través de los océanos y formaban parte de un tipo de fauna única de cada continente.

Las cosas comenzaron a cambiar en el siglo XIX, con los primeros intercambios de especies entre América del Norte, Europa y Australia.

Se aceleraron a mediados del siglo XX «cuando empezaron a introducirse [especies] por todas partes», explica al AFP Boris Leroy, biogeógrafo del Museo Nacional de Historia Natural de París (MNHM) y autor principal del estudio publicado en Science Advances.

Las especies se introducían con fines sanitarios (como la de gambusias en los ríos de América del Norte para luchar contra los mosquitos) o económicos, para desarrollar la acuicultura (como con la tilapia africana y la carpa plateada, originarias respectivamente de África y Asia, que figuran entre los peces de piscifactoría más consumidos del mundo).

Otro vector de introducción es el comercio ornamental de los acuarios, que propagó las poblaciones de peces rojos y guppys por todo el mundo.

En total, 453 especies fueron desplazadas de sus regiones naturales, según el estudio. Algunas se volvieron invasoras, con consecuencias desastrosas para las especies nativas y la propagación de enfermedades.

Es el caso de las 12 que fueron «superpropagadas» en todo el mundo.

Como en los tiempos de Pangea

Los investigadores trabajaron con una base de datos con más de 11,000 especies repartidas en más de 3,000 cuencas hidrográficas.

Una herramienta reciente basada en la recopilación de miles de estudios, que permite ver, en cada zona del mundo, si la especie es nativa o fue introducida.

Su equipo pudo comparar las regiones naturales con las regiones modificadas por las actividades humanas, utilizando un algoritmo de «biorregionalización».

«Cuatro de las seis regiones biogeográficas naturales -América del Norte, Europa, Asia y Oceanía- se fusionaron en una sola gran región, que presenta ahora una composición común de especies», señala el MNHM.

Esta nueva geografía de los peces refleja los intercambios comerciales entre los continentes, precisa Leroy.

«Estamos recreando artificialmente las mismas condiciones de distribución de las especies que las del supercontinente de Pangea», al final de la era Paleozoica y comienzos de la era Mesozoica, afirma el investigador.

Los peces podían dispersarse dentro de esta única masa continental. Desde su desintegración hace unos 200 millones de años, «la biodiversidad evolucionó de manera aislada, hasta la llegada del hombre, que alteró las reglas del juego».

El estudio aporta, según el biólogo, una «demostración cartográfica» del Antropoceno, «época en que el hombre se convirtió en una fuerza de cambio planetario superior a las fuerzas geológicas naturales».

Debatida en el seno de la comunidad científica, esta nueva época marcaría la salida, a mediados del siglo XX, de la era del Holoceno (iniciada hace 12,000 años).

Precisamente, a partir de 1947 se produjo una explosión exponencial del comercio internacional de peces de agua dulce, señala el estudio. «Hoy en día no se ve una ralentización de las introducciones, se asiste incluso a una aceleración», subraya, preocupado, Leroy.

Implantadas en su medio natural, las especies introducidas «ahora no solo producirán fósiles comunes entre las diferentes regiones del mundo, sino que también crearán nuevas líneas que alteran la trayectoria evolutiva de la biodiversidad», avanza.

Para las generaciones futuras, esos fósiles evidenciarán el paso al Antropoceno.

Entradas relacionadas