Una sociedad eminentemente patriarcal, donde madres compiten porque sus hijos tengan noviaS, donde el hombre se ve como no solo compañero, sino como proveedor, donde la equidad está pendiente, la mentalidad de igualdad de vacaciones, ambiente netamente conservador, donde los legisladores se mueren de miedo en temas que beneficien a la mujer, una esposa, sacando «trapos» al aire de intimidades con su esposo, aun sean netamente políticos… entierra a la mujer en el mar del descrédito.
No importa si el hombre tiene razón o no, la verdad no importa, la sociedad se vira en contra de ella, como mismo lo hace contra el hombre que abusa de una fémina.
Desde el divorcio político, no entendible luego de aquel beso de «piquito» previo a primarias, la escogencia de Margarita a destiempo como un esfuerzo desesperado de subir las votaciones por parte del PLD, ella, sin que nadie pudiera entenderlo, ha tenido que ser aceptada por su archienemigos danilistas que la observan con recelo cuan tabla de salvación, mientras que desde antes, los llamados «fuercistas» ya habian revetado las redes de desconfianza porque ella «se estaba demorando» en saltar de mando.
Nadie ve a Margarita ya como una «aguacate» y cada vez que se coloca frente a un micrófono lo hace tratando de enterrar la figura de Leonel quien, para colmos, no riposta, «quitao’ de bulla», a sabiendas que no hay que hacerlo… ella sola va, entrevista tras entrevista, enterrandose ella sola.