A cada quien, su legado… la vida se encarga de poner cada hombre o mujer en su lugar pero… cada tiempo… a su «tiempo».
Es desagradable ver a profesionales descargar odio, morbo, mala educación, comportarse como ratas ante la muerte de alguien que advesan en un momento dado y más, si las diferencias son políticas.
La muerte de alguien que adversamos no debe ser la oportunidad de descargar inmisericorde todo lo que pensemos de esa persona sino de hacer una pausa y luego, con altura, con educación, quien sabe si se amerita, hacer la opinión sin bajar el nivel.
Este tipo de sucesos, la muerte de alquien que ocupó lugar de vida pública sirve para que la sociedad se de cuenta quien posee sentido común, educación, humanismo y madurez para distinguir posiciones políticas de lo demás.
Dejar que nuestro corazón destile odio, desprecio y otros sentimientos inhumanos es señal de que aun cuando la parsona a quien critiquemos merezca descalificativos y señalamientos muy críticos crudos por razones políticas y quién sabe, social, nosotros en este caso entonces, somos peores.