El proceso de la liberación de la mujer es complejo.
La llamada «Liberación de la mujer», ahora convertida en «igualdad de géneros», arrastra la incrustada visión de que el «hombre es el que provee»; la mujer no entiende que para ser libre esta visión es la primera que debe cambiar.
Comentarios como «ese hombre no sangra», «ese no da na», etc, colman salones y comentarios interfemeninos, sobre pasando los que llaman a que «soy dueña de mi» o «él es mi compañero».
La igualdad de género va de la mano de la con la independiencia económica, pero en muchos hogares se escucha: «su dinero es mio y el mio para el salón».
Desde el lado liberal hasta el feminista, las mujeres piden ser tratadas igual, mientras en las redes los vemos con fotos sugestivas tiradas a sus cuerpos o en TV las moviendo sus nalgas bestialmente, llamando desenfrenadamente al deseo de los machos…
La liberación de la mujer debe ser total, pero pasa necesariamente porque la mujer entienda que es un ser humano y no un objeto sexual que, en muchos casos, persiste en sus entrañas aunque estudien, trabajen e incluso quieran ser presidentes.
Aman las imágenes de hombres exibiendo solo ropas caras, desorbitantes cadenas de oro y brazos caidos de tanta prenda, los rodean moviendo sus caderas y nalgas de forma desenfrenada, dista mucho de ser el ambiente de respeto que ellos mismas claman.