El sectarismo… grupismo, lo mio y los mios, prima en una clase política que dista de comportarse como clase sino más bien como caciques defendiendo su territorio.
No importa la cantidad de empleos, hay muchos más empleos que PRM; el mal es la actitud casicasguista de muchos llamados dirigentes, que no lo son, y militantes que lejos de portarse como tal actúan para su grupo sin importar cuan bien o mal esté el partido, ni sus consecuencias, reales o mediáticas.
Un partido sin guía, sus «dirigentes» ocupando funciones de gobierno, recibiendo a los «compañeros» en las oficinas gubernamentales, violando la ley, la ética, todo, pueden si, gobernar, pero si siguen abusando de la herramienta partidaria y no dándole importancia al descalabro mediático que ensombrece todo accionar del gobierno, irán de mal a peor pues bien, no están o al menos, no parecen estar.
Abinader lucha por mantenerse en los titulares, opacados por los desaciertos o reclamos de la militancia, pintando el primer mes de vida de un gobierno joven, gris.
Todo comienza, hay tiempo para enmendar errores, calmar ánimos y algunos se desesperan temprano más, al final, la lucha por los empleos no es más que el reparto injusto debido al sectarismo que impera desde los nombramientos de élites que no movieron un dedo para llevar a Luis al poder, hasta llamados dirigentes en las bases que hacen y harán todo no para que las cosas salgan bien sino para que su grupo, su equipo político, sus enllaves, salgan beneficiados con las mieles del poder… sabor que casi habían olvidado en el tiempo.