Hace muchos años que no pintaba, y empecé a pintar un bodegón con una manzana, pues esto me recordaba las primeras lecciones de pintura que recibí en mi pueblo natal “LA VEGA”.
Mis compañeros de estudio de arte vinieron a preguntarme qué estaba haciendo, y ¿por qué volvía a una tarea tan «básica”? Les di la respuesta corta: «Oh, solo estoy jugando con el color”, en realidad me estaba comparando con pintura que había realizado muchos años antes, pero la respuesta verdadera es que había estado leyendo “El hombre mediocre” de José Ingenieros.
José Ingenieros fue un médico, periodista y filósofo nacido el 24 de abril de 1877 en Buenos Aires, Argentina. Murió joven en 1925. Su obra no ha sido traducida ampliamente, pero fue un ícono en la filosofía latinoamericana.
En “El Hombre Mediocre” José Ingenieros aboga por el idealismo moral, define a los idealistas como jóvenes, rebeldes, apasionados y poco dispuestos a conformarse con la mediocridad, pues los idealistas son soñadores insaciables, curiosos, fácilmente tocados por el entusiasmo y la nobleza.
Tienen grandes visiones de mejorar el mundo, se centran en poner en práctica sus sueños y están en contra de cualquier forma de mediocridad en el sentido de que cuestionan los dogmas sociales y su esencia es un anhelo por la posibilidad de mejora al enfocarse en el significado de la experiencia cotidiana.
La filosofía de José se enmarca en lo que muchos denominan «teorías perfeccionistas», aquellas que abogan por la superación de uno mismo.
Los idealistas creen que el mundo puede ser mejor y que el propósito de la vida es luchar constantemente por mejorar no solo ellos mismos, sino también las circunstancias que los rodean, en cierto modo, afirma que al perfeccionarse uno mismo, estamos inspirando a otros a hacer lo mismo y, por lo tanto, mejorando colectivamente nuestro entorno.
Se ha escrito mucho sobre cómo los perfeccionistas terminan en agotamiento o depresión, estoy de acuerdo con esto, sin embargo, es necesario recuperar el valor de la excelencia. Tratar de «hacer lo mejor que pueda» y aspirar a mejorar no lo enfermará ni lo deprimirá, por lo contrario, te hará vivir una vida más plena.
Las personas que tienen miedo a los cambios y confían en los dogmas para decirles cómo vivir tienden a ser mediocres. Los idealistas que van por la excelencia sin miedo, son curiosos, se atreven a experimentar y a equivocarse, entienden que esa es la esencia de superarse.
La perfección no es alcanzable, pero estoy convencido de que el mundo sería mejor y cada uno de nosotros más feliz si mantuviéramos viva nuestra joven y rebelde gana de mejorar cada día; los días anteriores de todo lo que hemos realizado.
Por eso pintar manzanas me dio tanto placer, mis pinturas no son perfectas, pero son mucho más bonitas y definidas que los años pasados. La semana que viene, dos compañeros de arte también estarán pintando manzanas; no saben que se lo deben a José Ingenieros.
¿Qué pequeñas y grandes cosas quieres mejorar por ti mismo? ¿Por qué no aspirar a inspirar a quienes te rodean? Piense en las personas que admira: ¿se han conformado con la mediocridad? Claro que no. Tengo un amigo soñador en un cargo municipal que solo el tiempo dirá si tenía razón en todo lo que emprendía para mejorar el municipio.