Omar Fernandez emerge con el único mérito de ser el hijo del ex-presidente del partido morado, no se conoce proyecto como joven por el cual se destacare que le valiera para obtener una diputación, por ejemplo.
Sin embargo, no se duda de su capacidad intelectual, carácter jovial y sus primeros pasos que hacían que fuera un digno «mensajero» del líder, sumando almas por «la causa».
Como joven tenia dos caminos. O comenzaba su propio camino, sin sombrilla, sin apellido, el camino más difícil, el de los líderes, el de los grandes hombres, el de caminar ciudad por ciudad, barrio por barrio, reunirse aquí y reunirse allá, sumar su propia tropa y trabajar por el partido, necesitado de sangre nueva, o seleccionaba el camino más simple, llenar un asiento en la cámara de diputados amparado por el apellido y ser un integrante en la penosa lista de los «hijos de», llegados casi todos, para no caer en el atrevimiento de la generalización, por la mano del «papá».
La Fuerza del Pueblo queda así desprovista de la frescura de su persona, del camino ya avanzado, Omar gastará su tiempo en el aire acondicionado, creando leyes que no se aprueban, siendo complaciente con el poder reinante, matando su juventud entre las intríngulis del poder, sin tener la posibilidad de hacer emerger lo más fresco que tiene la juventud, la rebeldía, el ser parte de los cambios.
Ha cometido Omar el error de encerrarse… otro más.
