Cuando la familia de Angelo Bernardino salía a comer los domingos en uno de sus restaurantes favoritos de Vitória, la ciudad de la costa atlántica brasileña de la que es oriundo, «teníamos los manglares justo al lado», recuerda este ecólogo marino, Explorador de National Geographic. Los árboles eran un hervidero de mosquitos, pero también eran «hermosos y prístinos». Quedó hipnotizado.
Tras décadas estudiando los ecosistemas oceánicos, hoy Bernardino pone sus miras en estos bosques de mangles. Forma parte de la Expedición al Amazonas de la iniciativa Perpetual Planet de Rolex y National Geographic, una serie de proyectos de investigación científica cuyo escenario es la cuenca del Amazonas.
Los mangles, árboles y arbustos costeros caracterizados por sus raíces nudosas y expuestas, prosperan allí donde otras plantas no sobreviven: en las zonas donde los ríos se encuentran con el mar en regiones tropicales y subtropicales, por norma general en aguas salobres, pero a veces también dulces.
Estudiarlos significa trabajar contra reloj, ya que solamente se puede acceder a sus raíces cuando baja la marea. Bernardino y sus colegas esperan la bajamar a bordo de su bote para adentrarse en la maraña de raíces y tomar muestras de suelo, realizar mediciones y hacer fotografías. Al cabo de unas cuatro horas se marchan apresuradamente antes de que la pororoca, una ola de tres metros de altura, entre en el manglar e inunde su espacio de trabajo.
Los manglares son vitales para las iniciativas de mitigación del cambio climático en la región, afirma Bernardino, ya que absorben sal y carbono, y necesitan poco oxígeno. Los actuales objetivos de reducción de emisiones del Gobierno brasileño no hacen hincapié en la protección de estos ecosistemas, pero Bernardino confía en que los datos que está recopilando influirán en esa política.
Cada año sucumben a la deforestación unas 1.000 hectáreas de manglares amazónicos; talarlos libera hasta cuatro veces más carbono que cortar la misma masa de árboles en tierra firme, tal y como acaba de descubrir el equipo de Bernardino. «Ahora sabemos lo que ocurre cuando se perturban los manglares», advierte el científico.