Reflexiones a la Zurda: El Virus Totalitario

Carlos De Peña Evertsz 500
«Todas las desgracias de los hombres provienen de no hablar claro». Albert Camus, La Peste
 
Para Alex, mi amigo y socio de sueños, in memoriam, genio y alma noble, víctima del COVID-19
 
El virus se expande y desnuda privilegios y carencias. Muestra institucionalidades falsificadas, tumba mascaras ocasionales y permanentes. Es una peste mortal para la paz controlada de las élites del mundo. Si alguna teoría de conspiración es cierta, parece que algo les salió mal a sus creadores y hasta ellos pagan las consecuencias. El virus es necio, no respeta jerarquías, penetra y cala escenarios honorables y formales. Es indecente, vulgar, provocador; entra a las alcobas respetables, a los grandes museos, a los recintos majestuosos. Se mezcla con la aristocracia global del espectáculo y es en sí mismo un espectáculo total y totalitario.
 
El virus está controlando todo y a todos. Es el neo gran hermano Orwelliano de esta época de hedonismo digital. Encierra a las clases “educadas” y “adineradas” entre sus cuatro paredes financiadas por la auto explotación y la explotación de terceros titulados precarios o precarios sin titular. La epidemia obliga a las clases “cool” a verse las caras en la intimidad o a intimar a fuego lento con el inventario de caretas de ocasión. Así mismo, frena el ritmo brutal de acumulación de activos huecos de sentido, mientras desnuda la fibra de consumo y rompe el eco de los chips de las tarjetas con limite o sin límite, hoy precarias, como sus dueños y dueñas camino al umbral de la incertidumbre económica insensible.
 
El virus es formal en su vocación de poner en ridículo autoridades gubernamentales, desesperadas por no encontrar pose o asiento en que colocarse para presentarse; mientras intentan dar declaraciones con los ojos llenos de miedo: Miedo a lo desconocido y a la historia que esta llena de episodios como el presente con consecuencias complejas para la humanidad. Ese liderazgo habitualmente tan lleno de poder, tan elegantes en su vestir, tan cuidadosos en sus relatos mediáticos, tan llenos de asesores, asistentes y especialistas expertos en cualquier cosa, luce abrumado por la realidad. Esa que muestra al único emperador omnipresente en todos los espacios terrestres hoy, salve rey virus.
 
Los que crean y acumulan grandes fortunas en el mundo se inquietan ante el avance del virus que va rompiendo las cadenas y modos de producción. Tal vez necesiten una de esas naves en desarrollo para transportar superricos a la luna o a Marte. El Problema es que no encontrarán algo mejor para sobrevivir en esos escenarios cósmicos, al menos por ahora: Quizás tengan que acostumbrarse a vivir en esta tierra dañada por ambiciones destructivas del ambiente y sus ecosistemas.
 
Esta es una plaga maligna, abusadora, implacable, indolente e incoherente. Ha cancelado todos los grandes eventos del mundo, ha reducido (al menos por ahora) los márgenes de diferenciación cultural, la mayoría de las ciudades terrestres son fantasmas en la nocturnidad. El virus totalitario democratiza la puesta en escena urbana, ya nadie es mozo, valet parking o delivery de los importantes, relevantes y socialmente trascendentes. Los cines y teatros de “alto nivel” están cerrados. La moda imprescindible de estos días son los pantalones cortos y pijamas. Maldito seas, virus, que nos has robado el maquillaje, el pintalabios, el salón de belleza y los perfumes de aromas sofisticados. Ahora todos somos iguales en encierro. La peor de las distancias sociales es la que no nos deja exhibir nuestros activos de éxito, virus desgraciado.
 
Y mientras eso pasa en nuestra realidad virtual, encerrada en el encierro de nuestros cuerpos higienizados con alta frecuencia; a la gran masa mundial de desamparados, de vulnerables cotidianos, a los parias y precarios de la globalización, les importa un carajo un virus nuevo que los mate o lo encierre. Tienen miedo, eso sí, pero no al virus, le tienen miedo a lo que viene después del virus: El retorno al encierro del ritmo esclavo con el que las élites mueven la correa de transmisión de la economía y la política mundial.
 
Tal vez, para algunos, el toque de queda, el encierro, el miedo y la distancia, sea demasiada costumbre, porque en sus barrios y en sus casas, el toque de queda es auto impuesto al caer cada noche para salvarse de un crimen o asalto. El encierro es un alivio y el miedo y la distancia es habitual entre ellos y las clases adineradas. Ellos viven en una eterna cuarentena social.
 
¿Nos salvaremos del virus totalitario? Depende… ¿Qué es salvarse? ¿De quién nos debemos salvar? ¿Del virus o de los poderosos habituales? ¿Es totalitario o democrático el virus?, A preguntas necias, lectores sordos, pero ojalá que despiertos, porque solo despiertos, salvamos a la humanidad de sí misma y por ende, al único lugar que podemos llamarle hogar, nuestra Tierra. Maldito virus que nos está convirtiendo otra vez, en lo que nunca debimos dejar de ser: Humanos.

Entradas relacionadas