Aunque don Antonio y don Salvador competían en términos políticos, ambos, a su vez, compartían una base de poder similar. Para ser objetivos, su plataforma era diferente: uno más ganadero y agricultor, otro más profesional e industrial.
Estando recientemente entre Madrid, San Sebastián y Bilbao por motivos profesionales, conocimos a un recepcionista en el hotel donde nos hospedábamos, justo en el tramo final de los compromisos en Bilbao, quien con mucha vitalidad nos hacía ver las virtudes de España y en especial del País Vasco. Había nacido en Rusia, pero no paraba de ensalzar su auténtica nacionalidad: “Soy español y sobre todo soy vasco”.
– Pero ¿cómo es eso, usted es ruso o vasco? Le preguntamos.
A lo que respondió:
-Yo soy vasco, aunque nací en Rusia porque los vascos nacemos donde queremos.
Algo parecido me pasa con Santiago de los Caballeros. Nací en Santo Domingo y desde niño nos mudamos a la Ciudad Corazón. Llegué siendo del Escogido hasta que juré por las Águilas Cibaeñas. Mis amigos de infancia y mis compañeros de estudio son de Santiago. Por eso afirmo, soy un santiaguero que nació en la capital. Como los vascos, los santiagueros nacemos donde queremos.
A partir del ajusticiamiento de Rafael L. Trujillo en mayo de 1961 el liderazgo empresarial y profesional de Santiago fue capaz de marcar el rumbo no solo de la región sino del país. Aglutinados alrededor de la Asociación para el Desarrollo, Inc. fueron capaces de visualizar y emprender, en términos personales y colectivos, nuevas empresas e instituciones tales como la Asociación Cibao de Ahorros y Préstamos, el Instituto Superior de Agricultura, hoy Universidad ISA, el Plan Sierra, el CIMPA, el Banco Popular Dominicano, la hoy Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, y lo que es hoy el Aeropuerto Internacional de Santiago, entre otras.
Sin lugar a duda uno de los más grandes y transformadores ejemplos de emprendedurismo personal y colectivo de la República Dominicana, entendiendo por este neologismo del inglés “entrepreneurship”, como capacidad de organizar, manejar y asumir riesgos para llevar a cabo una idea, convertirla en proyecto concreto, sea esta con fines o sin fines de lucro, generando innovación y empleo.
Ese liderazgo desarrollista a partir del 1961 estuvo sustentando por ese grupo fundador de la Asociación para el Desarrollo, Inc. y que hoy se ha fortalecido con la creación de nuevas instituciones, tales como el Plan Estratégico de Santiago, así como las asociaciones empresariales de la región. Negarlo no es solo ignorancia de la historia, sino mezquindad.
Ahora bien, a partir de la década de los 80 Santiago vivió un proceso de desestructuración que puso en peligro su liderazgo nacional y regional.
Las razones de la desestructuración fueron, en esencia, tres:
1. El suicidio de don Antonio Guzman Fernández.
2. La cárcel del Dr. Salvador Jorge Blanco y
3. El conflicto de la familia Bermúdez.
Alrededor de los dos expresidentes de la República se cohesionaban importantes empresarios, profesionales e intelectuales. Desde la capital y de fuera del país iban a Santiago prominentes figuras de todas las áreas del saber y de la economía. Recuerdo de niño ver nada más y nada menos que al propio Pedro Mir recitar “Hay un país en el mundo colocado en el mismo trayecto del sol…”, y a Oscar de la Renta explicar los motivos de su nueva colección.
Aunque don Antonio y don Salvador competían en términos políticos, ambos, a su vez, compartían una base de poder similar. Para ser objetivos, su plataforma era diferente: uno más ganadero y agricultor, otro más profesional e industrial. Pero ambos de gran trayectoria en la lucha por las libertades públicas y la constitucionalidad posterior al golpe de Estado contra Juan Bosch.
El tercer elemento que limitó la capacidad de influencia y liderazgo de Santiago a partir de la década de los 80, fue el conflicto del grupo Bermúdez. Era la columna vertebral de la economía del Cibao. Su lucha interna, que lamentablemente llegó hasta nuestros días, destruyó mucho valor, no solo económico.
En los últimos 20 años Santiago ha renovado su liderazgo y nuevos actores han tomado la antorcha de ese grupo emprendedor originario. No es casual que Fernando Ferrán en su último y galardonado libro sobre “El ADN de la Identidad Cultural Dominicana”, destaque en su tesis central que el Cibao es el centro de las iniciativas empresariales en nuestro país, cual meme –gen cultural- social y territorialmente trasmitido a partir del circuito productivo, comercial y tabaquero.
Hace unos 10 años, a raíz de una negociacion compleja, tuve el privilegio de almorzar en privado con don Alejandro Grullón en su casa de La Romana, donde le compartí estas reflexiones. Me pidió que las publicara para que las nuevas generaciones conozcan su historia y eviten repetirla. —
Nelson Espinal Báez. Associate MIT-Harvard Public Disputes Program at Harvard Law School.