El primer ministro de Malta ha anunciado que Alemania, Francia, Irlanda, Luxemburgo, Portugal y Rumanía recibirán a los náufragos del buque noruego
Dos semanas después de su rescate frente a la costa libia, los 356 inmigrantes a bordo del Ocean Viking pondrán pie a tierra en las próximas horas. El barco de las ONG francesas SOS Mediterranée y Médicos sin Fronteras ha obtenido este viernes permiso para desembarcar en Malta gracias a un acuerdo europeo para su posterior reparto en seis países: Francia, Alemania, Portugal, Rumania, Luxemburgo e Irlanda.
El primer ministro maltés, el socialdemócrata Joseph Muscat, ha explicado que los inmigrantes serán transferidos de la embarcación de la ONG a otras de la Armada de su país, que serán las que en última instancia los lleven a tierra. Los ocupantes del Ocean Viking proceden de una docena de países africanos: Eritrea, Etiopía, Guinea, Chad, Gambia, Costa de Marfil, Libia, Malí, Nigeria, Senegal, Sudán del Sur y Sudán. Entre ellos viajan 103 menores de edad, de los cuales 92 no están acompañados por un adulto y tres son bebés. Solo cuatro de los 356 son mujeres. La tripulación cuenta con 13 miembros de SOS Mediterranée, nueve de Médicos sin Fronteras y otras nueve personas a cargo de la navegación.
Sophie Rahal, portavoz de SOS Mediterranée, ha señalado a este diario que han recibido el acuerdo con alivio, pero llamó a la UE a poner en marcha una política migratoria común que acabe con las negociaciones caso por caso, que suelen prolongarse durante semanas mientras aumenta la precariedad de los migrantes a bordo. Rahal ha señalado que ninguno padece problemas de salud graves más allá del cansancio físico y psicológico y episodios de deshidratación, y ha asegurado que el Ocean Viking volverá a acercarse a las costas libias para continuar con los rescates en cuanto se efectúe el desembarco.
Las cifras de cuántos acogerá cada país no se han concretado por completo, pero Francia ya ha mostrado su disposición a recibir a 150 de ellos, con lo que, igual que sucedió en el reparto del Open Arms, será el que asuma el número más elevado. El Gobierno de Emmanuel Macron lanza así un nuevo gesto que muestra la existencia de dos sensibilidades antitéticas en Europa en la aproximación al problema migratorio: la vía francesa de la solidaridad compartida, y la italiana del líder de la Liga, Matteo Salvini, favorable al cierre de fronteras.
París y Berlín intentan convencer a sus socios europeos desde el pasado mes, aunque hasta ahora sin gran éxito, de la necesidad de un “mecanismo temporal” para agilizar el desembarco y distribución posterior de migrantes rescatados en el Mediterráneo. El jueves, tras recibir en el Elíseo al nuevo primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, el presidente francés, Emmanuel Macron, insistió en la necesidad de hallar una “solución europea para salir del callejón” en que se encuentra la política migratoria y criticó indirectamente la política de países como Italia. “Algunos han tomado decisiones inaceptables y la gestión sigue siendo profundamente insatisfactoria”, dijo en una aparente referencia al Open Arms, a cuyo desembarco en Lampedusa (Italia) se opuso repetidamente el ministro italiano de Interior, el ultraderechista Matteo Salvini.
La Comisión Europea ha asumido un papel de coordinación tratando con los Estados miembros para lograr la distribución final, un requisito imprescindible para que Malta haya aceptado finalmente hacerse cargo de la nave. Con el anuncio de que el Ocean Viking dejaría por fin el Mediterráneo, Bruselas ha alabado la actitud de las autoridades maltesas, que se han prestado una vez más a ofrecer la isla como punto de atraque, una actitud que contrasta con la de Italia, que mantiene las costas de su país cerradas a la entrada de buques de las ONG.
El barco es el sucesor del célebre Aquarius. que en junio del año pasado desembarcó en Valencia a 630 inmigrantes. SOS Mediterranée dejó de utilizar el Aquarius por los múltiples procesos judiciales abiertos en su contra, y tardó siete meses en hacerse con el Ocean Viking, que navega bajo bandera noruega. Sus dueños, como el resto de ONG que operan en el Mediterráneo, lleva a cabo una intensa labor de búsqueda de donantes. Según SOS Mediterranée, cada jornada en el mar le cuesta 14.000 euros entre materiales, cuidados médicos, comidas o reparaciones.