La abstención de los excomunistas y dos partidos conservadores permite la formación de un nuevo Gabinete tras cuatro meses de parálisis política
La socialdemocracia sobrevive en Suecia y Stefan Löfven, de 61 años, repite legislatura al frente del Gobierno del país escandinavo avalado por 115 votos a favor y 77 abstenciones (frente a 153 negativas) en la votación de investidura de este viernes, la tercera desde las elecciones del pasado 9 de septiembre, y la segunda a la que se enfrentaba Löfven. Cuatro diputados se han ausentado. Con este resultado, la extrema derecha ha quedado oficialmente aislada de cualquier puesto de poder, aunque su oposición se hará oír, y bien fuerte: es la tercera fuerza en el Riksdag (Parlamento), con 62 diputados de 349. «En momentos en que las fuerzas extremistas de derecha están creciendo en muchos países, Suecia ha elegido otra forma de avanzar», ha resumido el presidente del grupo socialdemócrata, Anders Ygeman.
La coalición rojiverde (socialdemócratas y verdes) formará un Gabinete, que se hará público el lunes 21, gracias al apoyo externo de Centro y Liberales, dos partidos de la derecha que la semana pasada, tras cuatro meses de parálisis política, decidieron desbloquear las negociaciones e impulsar un Gobierno que mantuviese a raya a la ultraderecha xenófoba de los Demócratas Suecos (DS), un partido con raíces nazis. «Es la mejor opción dadas las circunstancias», explicó a su electorado la líder del Centro, la carismática Annie Lööf. «El Gobierno por el que votamos hoy [por el viernes] no es nuestra primera opción, pero desafortunadamente las condiciones parlamentarias no se dan para un nuevo Gobierno de la Alianza [conservadora]», dijo. Tanto ella como el líder liberal, Jan Arne Björklund, fueron acusados de «traidores» por sus antiguos socios de alianza. La abstención de La Izquierda (los excomunistas), quienes amenazaron con hacer saltar por los aires el pacto de Gobierno de 73 puntos por no haber sido tenidos en cuenta en las negociaciones, ha sido también crucial para el alumbramiento de este Ejecutivo, que evita, además, la convocatoria de elecciones anticipadas, algo que ninguna fuerza tradicional quería. «La alternativa hubiera sido un pequeño Gobierno de derechas totalmente dependiente del apoyo de los DS», ha dicho Löfven a través de un comunicado.
Suecia inicia de esta forma una situación «inusual» en toda Europa inaugurando una forma inexplorada de cordón sanitario (aislamiento pactado) a los DS, explica Ulf Bjereld, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Gotemburgo. «Asumo esta responsabilidad tanto con humildad como con determinación», declaró Löfven tras ser proclamado primer ministro. El bloque de izquierdas en su conjunto (socialdemócratas, verdes y excomunistas, este último se sitúa en la extrema izquierda en el arco parlamentario sueco) era minoritario con 144 escaños respecto al bloque de derechas formado por la Alianza (Moderados, Centro, Liberales y Democristianos) y los xenófobos DS, que juntos alcanzan 205. Es decir, la particularidad, respecto a otros países de la UE, es que en Suecia dos partidos conservadores que se situaban en el bloque mayoritario han votado contranatura para evitar la entrada de la extrema derecha en la política activa.
Esto ha sido un «gran juego estratégico de Löfven, aunque conlleve hacer concesiones», explica el experto. El socialdemócrata ya se ha comprometido a relajar la carga impositiva, una exigencia de Liberales y Centro. Pero también sabe que está bajo la lupa de La Izquierda, cuyo líder, Jonas Sjöstedt, ha advertido ya que no le temblará la mano al presentar una moción de censura si Löfven sobrepasa sus «líneas rojas» en política de vivienda y seguridad laboral. «Que quede claro: nosotros somos la oposición de izquierdas», dijo el miércoles.
El resultado de este viernes es un «alivio» y es el «esperado» para muchos en Suecia, explica Bjereld, cercano también al partido socialdemócrata. Löfven, de hecho, ya lo vaticinó nada más conocerse la fragmentación en la que se encontraba el Riksdag tras los comicios. «Se acabó la política de bloques», adivinó. La llamada Alianza conservadora de Moderados, Democristianos, Centro y Liberales se desintegró la semana pasada tras la decisión de estos dos últimos, con 31 y 20 diputados respectivamente, de apartarse ante el temor de que Moderados y Democristianos (70 y 22 escaños) flirteasen con la tentación de tan siquiera escuchar las ofertas de la extrema derecha liderada por Jimmie Åkesson. «Los Moderados ya han pactado con los Demócratas Suecos a nivel local», ilustra Bjereld.
De hecho, los Moderados, segundo partido más votado y líderes también en la Alianza conservadora, estaban diametralmente divididos ante la cuestión de mantener un contacto, o no, con la extrema derecha. A partir de ahora todo cambia y se avecina una fuerte oposición, según los analistas que, aunque ven un diálogo entre ambas fuerzas (suman 92 diputados), creen que una oposición conjunta sería ir demasiado lejos.
«Muchos países europeos se han rendido ante los partidos racistas. Aquí también en Suecia, partes de la derecha intentaron iniciar ese viaje hoy. Pero han fracasado», dijo el líder excomunista. El sueco ha demostrado ser un sistema fuerte contra los ultras en comparación con sus vecinos. En Finlandia, los Verdaderos Finlandeses entraron en un Gobierno de coalición del que la mitad de sus militantes acabó saliendo por profundas divisiones internas. En las elecciones parlamentarias del próximo 14 de abril se verá el alcance y consistencia de esta fuerza de extrema derecha. En Noruega, el Partido del Progreso ocupa ministerios clave como el de Petróleo y gobierna en coalición con los conservadores tradicionales de Erna Solberg. En Dinamarca, en cambio, el xenófobo Partido Popular Danés (PPD) no está presente en el Ejecutivo conservador, aunque su abstención en la investidura del primer ministro, Lars Løkke Rasmussen, fue clave. Un gesto que llevan cobrándose estos últimos años, especialmente en cuanto al endurecimiento de políticas antinmigración. Dinamarca también tiene cita electoral esta primavera y el PPD ya va en segunda posición, según las últimas encuestas.
Un presupuesto conservador para un Gobierno socialista
B. D. C
Cuatro meses. 131 días. Ocho partidos. Una moción de censura (simbólica, porque se hizo a un primer ministro que estaba solo en funciones). Tres investiduras. Un presupuesto. Dos bloques. Un cordón sanitario. Estas son las cifras que resumen el fatídico camino plagado de obstáculos que han tenido que superar y negociar los grupos con representación parlamentaria para poder formar un Gobierno en Suecia. Con la investidura este viernes del socialdemócrata Stefan Löfven como jefe de un Ejecutivo rojiverde, el país ha resuelto una de sus crisis. Pero se le avecina otra: la de los presupuestos.
En medio del aluvión de conversaciones entre las fuerzas políticas del establishment, Estocolmo aprobó unos presupuestos que fueron gestados por Moderados y Democristianos, dos fuerzas conservadoras de la ya extinta Alianza.
Löfven ha dicho ya que trabajará con las fuerzas que le han apoyado con su abstención —Centro, Liberales y La Izquierda— para rediseñar las cuentas. Una tarea difícil, pues según el experto Ulf Bjereld, implica hacer concesiones «ideológicas» a unos y otros. La prueba de fuego, por tanto, para comprobar cómo rueda el nuevo Ejecutivo será en primavera —mediados de abril, según Bloomberg—, periodo en el cual estos nuevos presupuestos deberán ver la luz.