El Parlamento británico ha humillado este martes a Theresa May infringiéndola la derrota más abultada en el último siglo de un Gobierno en la Cámara de los Comunes. La primera ministra recibió un inmenso varapalo, que pocos esperaban de tal magnitud, perdiendo la votación de su acuerdo del Brexit por, nada menos, que 230 votos. El resultado final 202 votos a favor y 432 en contra, deja a la primera ministra en una posición muy debilitada y, por si fuera poco, este miércoles se tendrá que enfrentar a la moción de censura planteada, justo después de finalizar la votación, por el líder laborista Jeremy Corbyn.
A 73 días de que Reino Unido se vaya a ir de la UE, el Parlamento británico ha dinamitado el pacto alcanzado por May con Bruselas y dejó claro que mucho tiene que cambiar para que sus señorías apoyen un texto que ayer terminaron, casi, de enterrar para siempre. El resultado puso de manifiesto que la «premier”, si quiere mantenerse en su puesto, debe plantear algo diferente, pero nadie sabe qué puede ser al estar atada de pies y manos por la férrea postura negociadora de la UE. May, que quedó ayer muy tocada, compareció cariacontecida y noqueada segundos después de escuchar, a apenas 5 metros, como sus compañeros (118 «tories» votaron en contra) pisoteaban su acuerdo, admitía que «han dejado claro que el Gobierno no tiene el apoyo del Parlamento» y les pedía que «trabajasen con su Ejecutivo para resolver el problema».
Admitía que «necesita saber ahora si la Cámara sigue confiando en ella» y por eso emplazaba a Corbyn a que pusiera esa moción sobre la mesa, cosa que el líder de la oposición hizo al momento. Esta tendrá lugar a las ocho de la tarde hora española y, parece, que no prosperará porque el socio de Gobierno de May, el DUP, clave para hacerla caer, ya ha anunciado que respaldará a la primera ministra.
El voto se precipitó e, incluso, se adelantó varias horas en un día que comenzaba con la continuación del debate y con una nueva intervención crucial del presidente de la Cámara, John Bercow, para tratar de salvar una salida abrupta de Reino Unido de la Unión Europea. El que muchos apuntan como nuevo enemigo número 1 de May aceptaba cuatro enmiendas (dos de la oposición y dos del partido conservador) para debatir en la previa de la votación clave. Todas en contra de la estrategia del Gobierno, minando la capacidad del Ejecutivo para seguir adelante con la opción de salir sin ningún pacto, y no aceptando una favorable al plan de la primera ministra.
Las propuestas, todas retiradas por los mismos que las habían presentado antes (entre ellos el líder laborista Jeremy Corbyn) de la votación clave, buscaban evitar concluir el proceso sin acuerdo y reclamaban una unión aduanera más amplia y una mayor inclusión en el mercado interior de la UE. La única que siguió adelante es la que daría poder al Gobierno británico a salir unilateralmente de la «salvaguarda» irlandesa que amenaza todo el proceso (algo que no está en sus manos y que Bruselas ya ha rechazado) acabó siendo ampliamente rechazada por 600 votos en contra y solo 24 a favor.
May se guardó aún una última bala en forma de ruego y amenaza en su última intervención en el Parlamento minutos antes del voto definitivo. La primera ministra aseguró en la previa que no iba a «rendirse» ni tirar la toalla con el Brexit porque tiene el «deber de cumplir con la decisión democrática» tomada por los británicos en 2016. Además, May volvía a exhortar a sus compañeros a pensar en la que es «una decisión histórica que marcará el futuro de nuestro país durante generaciones».
Antes de ella había comparecido el fiscal general del Estado, Geoffrey Cox, que dejó, con su imponente voz, una reprimenda épica a los diputados que iban a votar en contra del plan. «¿A qué están jugando? ¿Qué están haciendo? ¡Ustedes no son niños en el parque, son legisladores! Estamos jugando con las vidas de personas», abroncaba uno de los miembros clave del proceso y que ha aconsejado en todo momento a la «premier».
Ahora queda por saber cual será la estrategia que acuña May para unos próximos días que van a ser frenéticos y claves para el futuro del proceso. Está obligada a llevar ante el Parlamento un plan B antes de que se consuman tres días hábiles después de que la semana pasada se aprobara una enmienda, impulsada por una mayoría transversal de la Cámara, para evitar que tome el camino de la salida abrupta de la UE.
La propia Theresa May, cuyo portavoz ya ha negado en varias ocasiones que vaya a dimitir, y como preludio de lo que estaba por pasar, prometía justo después de su derrota volver «con rapidez» y con «soluciones creativas» en los próximos días ante este resultado adverso. Sin embargo, no parece fácil ya que como quedó claro, según la prensa británica, en el Gabinete de ministros que celebró ayer por la mañana, May tendrá muy complicado enfocar una estrategia en la que se vean
cómodos todos los miembros de su Gobierno. Una cuestión divide de nuevo a los ministros británicos, la de apostar de una vez por todas o enterrar del todo la opción de salir de la UE sin acuerdo. El lado proeuropeo, encabezado por la ministra de Trabajo Amber Rudd y el de Justicia, David Gauke, apostaron por cerrar esta puerta. Mientras, una mayoría representativa y con más fuerza dentro del Gobierno, con el ministro del Interior Sajid Javid y el de Exteriores Jeremy Hunt uniendo fuerzas, rechazó esta propuesta porque, argumentan, es uno de los principales «incentivos» para que los diputados apoyen el acuerdo. Lo que hace indicar que la estrategia del Gobierno podría ir encaminada de nuevo a asustar a los diputados con el precipicio económico que le espera si optan por una salida abrupta y no respaldan a su jefa.
Sin embargo, May aún tiene que convencer también a sus socios de Gobierno, los unionistas de Irlanda del Norte (DUP). Los diez diputados de esta formación, que sostiene a los conservadores, demostraron ayer que necesitan más garantías sobre la «salvaguarda» irlandesa y que no darán su brazo a torcer si no hay cambios.
«Un voto en contra de este acuerdo es un voto a favor de la incertidumbre, la división y el riesgo muy real de acabar sin acuerdo», decía May en la previa. Ahora, con una posible moción de censura contra su Gobierno en la recámara del partido laborista (que no saldría adelante al no tener los votos necesarios), el escenario del no acuerdo se abre paso, aunque, todo hace indicar que nos abocamos a un posible retraso en todo el proceso. Algo necesario para que la «premier» gane tiempo. Como dijo el ministro de Medio Ambiente parafraseando una de las frases de la serie Juego de Tronos: «Winter is Coming» (Se acerca el invierno) para la política británica tras clausurarse otra puerta con la que cerrar un proceso que nadie sabe como cuando acabará y, sobre todo, como lo hará.