redactado por Agencia Multimedios LZO
Pocos conocen la historia del abuelo de Donald Trump, Friedrich Trumpf, cuya vida y circunstancias parecen contradecir las políticas antiinmigración que caracterizaron el mandato de su nieto como presidente de Estados Unidos.
Friedrich Trumpf nació en Kallstadt, Baviera, y, siendo apenas un adolescente de 16 años, emprendió el arduo viaje hacia Estados Unidos en busca de un futuro mejor. Huyendo de la pobreza y del servicio militar obligatorio, cruzó el océano Atlántico en condiciones precarias, hacinado con cientos de inmigrantes en un barco sin baños ni higiene básica. A su llegada a América, Trumpf era un inmigrante sin documentos, lo que hoy sería considerado un «mena» (menor extranjero no acompañado).
De haber existido durante esa época las políticas migratorias impulsadas por Donald Trump, su abuelo habría sido deportado antes de tener la oportunidad de establecerse en el país. Sin la ciudadanía automática por nacimiento que su gobierno cuestionó, Fred Trump, padre de Donald, tampoco habría sido ciudadano estadounidense.
Este giro hipotético subraya una ironía histórica: las políticas restrictivas que Trump defendió, de haber sido aplicadas en el pasado, podrían haber impedido su propia existencia en Estados Unidos.
El caso de Friedrich Trumpf invita a reflexionar sobre la importancia de las oportunidades que Estados Unidos brindó durante generaciones a inmigrantes de todo el mundo. Aquellos que llegaron buscando un nuevo comienzo contribuyeron al crecimiento y la diversidad de la nación. Sin embargo, las medidas que su nieto promovió —incluyendo deportaciones masivas y restricciones severas— contravienen ese legado de apertura.
El refrán dice que es de mal nacido no ser agradecido. Quizás Friedrich Trumpf, si pudiera observar el país que construyó y las políticas que su nieto defendió, sentiría que se ha traicionado ese espíritu de esperanza que alguna vez lo llevó a cruzar el océano.
