Trump y la globalización

Luis Santos

El proceso de globalización, según la Cepal contiene tres etapas fundamentales, como son, la comercial que observa una gran movilidad  de capitales y mano de obra, que se extiende entre 1916-1944; la segunda, corresponde a la creación del sistema de naciones unidas, la cual inicia a partir de 1947, específicamente con la creación del GAA y el FMI, entre otros, cuya función seria regular la relaciones monetarias y financieras, y las de comercio, fase en la que se verifica una gran expansión de los negocios de manufacturas; la tercera y última fase corresponde a la globalización financiera, la cual inicia desde comienzo de los 1990 hasta hoy día, con el denominado Consenso de Washington y la creación de la OMC, que sustituye el Acuerdo General de Aranceles  (GAA),  etapa del proceso que se caracteriza por el libre flujo de instrumentos financieros y de capitales,  repatriación del 100% de las utilidades de las empresas  y la no discriminación de inversionistas nacionales y extranjeros, así como el libre endeudamiento externo de las empresas.

La visión moderna del libre mercado en la visión USA, encontró su mayor exponente en Milton Friedman, quien postulando las ideas de su antiguo profesor Frank knight, realizo una amplia literatura anclada en el mercado como asignador óptimo de recursos, en el marco de una visión simplista y conservadora, puesto que su línea de pensamiento se orientó más a lo estadístico-matemático, en razón de que no alcanzo visualizar la economía como ciencia.  En los 80 y 90, con  el ascenso de Reagan y los Bush padre e hijo, el simplismo empírico de Friedman y la escuela de chicago se expandió con mayor intensidad dentro y fuera de los EE.UU, con el surgimiento de una nueva generación más conservadora de economistas.

A inicio de los 80 con el ascenso de la ultraderecha en algunos  países desarrollados, se retoma de nuevo las ideas de libre mercado fundada en las teorías clásicas y neoclásicas, recreadas por la escuela de Chicago y luego por un grupo de economistas conservadores y de argumento simplista conocido como los ofertitas “vendedores de política económica” (Krugman 194), que también retomaron el enfoque tradicional, suponiendo  que una reducción al mínimo de los impuestos y la no participación del estado empresarial se traducía en un mayor nivel de riqueza y por tanto, un mayor nivel de bienestar económico y social. En efecto, todo confluye en que el mercado constituye  el mecanismo más eficaz en la asignación y distribución de los recursos, por medio de las señales que transmite a través de los precios, que en consecuencia genera la concurrencia espontanea entre demandantes y oferentes de bienes y servicios.    

La visión de un estado amplio y de alta tasa impositiva, en los 80 iniciaba su colapso predominando las ideas de un estado neutro y pequeño en el marco del simplismo tributario, cuyo postulante se conocieron con el dote “los ofertistas” que suponían un mayor nivel de riqueza ante tasas impositivas cada vez mucho menor, siempre y cuando el estado se limitara al rol de hacer cumplir los contratos entre las partes y relegando de su rol empresarial. 

En el seno de las multinacionales la idea de este nutrido grupo de “vendedores de política económica” encontró gran aceptación, sobre todo, la parte que promovía la extrapolación de la cadena productiva intensiva en mano de obra  y la promoción de productos agrícolas suicidados hacia los países o regiones de influencia de los EE.UU, con desgravación tributaria doble, y los cuales debían permitir la libre repatriación de utilidades de las corporaciones instaladas en el caribe como en otras regiones del mundo, bajo el concepto de inversión directa.

La Iniciativa Reagan para la Cuenca del Caribe, quizás marca el evento primario como acuerdo de  regional de aranceles,  puesto que comprendía un esquema tributario especial y de multifibras, a lo posteriormente devino la Propuesta Bush para las Américas (ALCA), la cual no pudo ser concretada, en razón de que los EE.UU, bajo ninguna condición concedió espacio alguno al problema estructural de las asimetrías más el problema de los subsidios, lo que implicaba negociar en condiciones muy desigual con la mayor potencia del mundo. Sin embargo, EE.UU, al final solo consigue integrar el norte en un tratado de libre comercio con México y  Canadá, posteriormente, concertó acuerdos con Centro America y República Dominicana.      

El problema crucial del ALCA como propuesta continental, consistió no haber logrado integrar las  economías del sur, que en su conjunto constituyen los mercados más grandes del continente, lo que ante la asimetría con los EE.UU, constituyeron el Mercosur que como tratado logro aglutinar las principales economías del sur, excluyendo Chile.    

En el concepto de Friedman y de la escuela de Chicago, como lo he descrito en otros artículos y en mi tesis de grado, la globalización o más bien el libre mercado supone un mundo imaginario en donde en el mercado existe una gran gama de bienes y servicios en el cual cada concurrente obtiene un máximo de satisfacción o matización de utilidades.  Por cuanto, este enfoque supone que en el mercado la libre concurrencia espontánea de los agentes económicos genera una igualdad absoluta entre oferta y demanda; en tanto que solo el mercado de trabajo presenta desequilibrios mínimos y temporales como efecto del desempleo voluntario y no a la incapacidad del sector privado como refiere Keynes para crear empleos suficientes que propicien un equilibrio en el mercado de trabajo.      

En el marco del presente enfoque tradicional se anclo el TLC de EE.UU, con México y Canadá. Siendo así, parece un tanto sintomático que a la luz del recién certamen electoral celebrado en USA, el contendor electo, el señor Trump, la pieza angular de su campana se fundamentara en la percepción errática o no, en capitalizar el descontento que al efecto ha producido el citado acuerdo en una gran parte de población estadounidense, lo que para muchos constituye una sorpresa, dado que lo más casual y practico es que la potencia en el contexto de un tratado de libre comercio sea la más gananciosa, como al efecto así ha ocurrido durante los 20 que tiene de vigencia dicho acuerdo.

Quizás esto responda a la magia de un café cargado de racismo fronterizo.  En razón de que 20 años antes de materializarse el tratado, México pertenecía al grupo de países con mayor recepción de inversión extranjera directa, ocupando la cuarta posición, descendiendo a lo largo del tratado al  escalón No. 20, situación atribuible a la entrada en vigor del TLC, 1994.  Esto, pese  a que a que durante el 2015, inversión extranjera directa que proviene de los EE.UU, representa 53.1 por ciento.  Sin embargo, el efecto negativo que pudo tener en el empleo la caídas drástica de las inversiones extranjera directa, probablemente fue compensado con la fuerte migración hacia el otro lado de la frontera, aproximadamente de 6 millones de mexicanos desplazados durante 1993-2013.  

Por otro lado, un elemento relevante es que a 20 años del tratado, EE.UU, mantiene, como había de esperase, un superávit de cuenta corriente a todo lo largo del periodo, y que entre 2014 y 2015, el mismo se ensancho aún más, lo cual indica que si bien México mantiene un excedente en el balance comercial no logra compensar el déficit de cuenta corriente, lo que unido a la caída de reservas brutas, coloca a EE.UU, en  la posición gananciosa del acuerdo.  La situación de México  no ha sido peor, por el leve crecimiento de la economía estadounidense y el peso que tiene en su economía el envío de remesas, aunque su variación anual se mantiene al ritmos de 2007, sin obviar las caídas bruscas acaecida durante en 2004-2009, cuyo flujo actualmente se mantiene por debajo de 2003.    

El criterio enarbolado por Trump, relativo al déficit comercial, es un aspecto discutible, pues habría que ver dentro del monto global, cuál sería el porcentaje de las exportaciones nacionales mexicanas.  Sin embargo, de todas formas no mitiga el déficit de cuenta corriente de pagos y la pérdida de inversión extranjera directa. En términos generales, durante el 20015 la economía mexicana presenta un déficit de cuenta corriente ascendente a US$32,381, mucho mayor al conseguido durante el 2014 de US$24,846.  

El señor Trump, capitalizó el desempleo que ha significado la separación de los eslabones productivos de las grandes corporaciones, ubicando etapas intensivas en mano de obra en otras economías o regiones del mundo con precarización laboral o con bajo salario, dando lugar a una gran cantidad de desplazados en el seno de la población de los EE.UU, fenómeno que ha tenido mayor intensidad en China y la India, lo que al mismo tiempo, ha provocado un proceso de desempleo y la precarización salarial en los Estados Unidos.

Sin embargo, los desequilibrios y el descontento que finalmente capitalizo el señor Trump, parece más complejo al momento de contrastarlo con el enfoque teórico del modelo de globalización dominante, ya descrito. Primero, que entrado hace décadas la globalización en su etapa financiera, no debían existir los desniveles  de mercados sino la convergencia entre países y regiones.  Y lo que se está manifestando es un descontento generalizado, como resultado de desequilibrios en la mayor potencia económica del mundo y en la Unión Europea, países que por su estadio de desarrollo, son los beneficiarios del libre mercado, en comparación con otras regiones del mundo, por cuanto son los que han motorizado el proceso de globalización.

En consecuencia, se puede colegir que el mercado como mecanismo real de asignación de recursos, resulta incapaz para asegurar la satisfacción de las necesidades humanas y lograr la convergencia global o reducir los niveles de desigualdad económica y social entre las regiones con mayor potencial y mucho menos, con relación a la periferia.  De modo tal, que constituye una imagen o una elucubración pretender que el mercado garantice, por sí solo, una  multiplicidad de bienes y servicios que satisface a oferentes y demandantes de manera espontaneas, y que los desequilibrios que se dan en el mercado resultan ser esporádico y muy mínimo en el largo plazo.

Desde que tuvo inicio, la etapa de globalización financiera los desequilibrios en gran parte de la historia económica, contrario a lo que alega Friedman, han sido más recurrentes y de mayor dimensión, precisamente por efecto contagio, entre otros factores. Y resulta que el estado ha  tenido que asumir los grandes desequilibrios, asumiendo como deuda publica la incapacidad de empresas y entidades financieras con calidad de riesgo sistémico, para afrentar sus obligaciones, lo cual se puso una vez más,  en el marco de la crisis financiera internacional que tuvo lugar en EE.UU, durante el 2007 y su impacto la UE, más la secuela de crisis soberana que produjo la misma en dicha zona.        

El proceso de globalización, dado la separación de los eslabones productivos y los grandes flujos de portafolio de cartera, teóricamente aumentan la eficacia del capital y, por tanto, un mayor nivel en la tasa de ganancia y como tal, el circuito se cierra extrayendo una gran repatriación de utilidades hacia las grandes economías o países de origen. Sin embargo, aquí es donde se complica la situación del enfoque teórico dominante,  en razón de que se supone, que la tasa de ganancia obtenida y la propia repatriación de utilidades deben de garantizar un nivel de producción tal, en los países de origen, con niveles de desempleo precario, equilibrios  macroeconómicos  y un mayor acceso de los ciudadanos a los bienes y servicios en el mercado.  Situación que parece indicar lo contrario, y que el señor Trump, y su equipo le gano la mejor partida durante las elecciones recientes, celebradas en los Estados Unidos.      

                                                                                                                                   El Autor es economista.  

CAJITA CONVERTIDORA

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