Luis López González*
¿Cómo medimos el dolor de una persona, una familia o un país? ¿Cómo evitamos que las víctimas se conviertan en frías estadísticas mientras sus rostros padecen los efectos de una guerra prolongada? El complejo militar industrial puede decirnos exactamente el costo de un misil, un tanque o el más moderno caza, pero nunca podrá contabilizar las secuelas y las pérdidas sufridas por sus objetivos. Nunca podrá decirnos el verdadero valor de la vida.
La asfixia económica se ha implantado como método preferido de tortura del gobierno de Estados Unidos a quienes no se someten. Sesenta y dos años han transcurrido desde que John F. Kennedy firmó el bloqueo contra Cuba, una orden que se dictó como sentencia de muerte y que ha ido perfeccionando el vil arte del estrangulamiento.
Asumamos por un momento que usted tiene el poder de eliminar el entramado de leyes que componen esta política y detener sus daños económicos. Con 15 minutos sin bloqueo, Cuba podría adquirir las prótesis auditivas de niños y adolescentes en situación de discapacidad que cursan la educación especial; con media hora, las sillas de ruedas eléctricas y convencionales de este sistema.
Si usted detiene por ocho horas el bloqueo, Cuba pudiese obtener todos los juguetes y medios didácticos para sus círculos infantiles; por 38 horas, la base material de estudio de un año y, por 3 días, garantizar el mantenimiento anual del transporte público de todo el país.
Llegado a este punto usted vería que el principal obstáculo para el desarrollo cubano es, precisamente, la asfixia económica y la persecución financiera que afectan directamente al pueblo.
Deteniendo entonces nueve días ese bloqueo, pudiésemos importar el material médico gastable y los reactivos del sistema nacional de salud, necesarios para un año. Con 18 días, el mantenimiento anual del sistema electroenergético y, con 25 días sin las políticas de EU, tendríamos el financiamiento requerido para cubrir las necesidades del cuadro básico de medicamentos del país durante un año.
Cuba ya sufre daños acumulados que ascienden a un billón 499 mil 710 millones de dólares; (13.8 millones de dólares diarios). Sin embargo, el costo humano de una agresión unilateral, sostenida por seis décadas, es incalculable.
La línea trazada por el subsecretario de Estado Lester Mallory en abril de 1960 se mantiene: “Hay que emplear rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba […], una línea de acción que, siendo lo más habilidosa y discreta posible, logre los mayores avances en la privación a Cuba de dinero y suministros, para reducirle sus recursos financieros y los salarios reales, provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”.
No habría que esforzarse mucho para entender que una agresión sostenida también genera los mecanismos oportunos para que un pequeño grupo lucre a lo largo de los años con la maquinaria bélica, propagandística y económica que le proporciona EU, y quienes finalmente, pueden obtener favores y reconocimiento político. En nombre de un pueblo que no conocen, sin arraigo cultural, familiar o sentimental, florecen los voceros de turno y las iniciativas de sanciones que agreden a quienes claman defender.
El secuestro de la política hacia Cuba por este grupo mantiene inmóvil la mano que sí puede con su firma detener los daños y la injusticia. No ha bastado el rechazo de la mayoría de países en Naciones Unidas, la condena permanente por sus medidas coercitivas unilaterales, el respaldo de la solidaridad mundial a nuestro país y la demanda de millones de personas que desean tumbar el bloqueo.
Las cifras compartidas son rostros que miran de frente a la adversidad desde las calles de Cuba. Estadísticas de hombres y mujeres que encarnan el costo de la soberanía. Datos que, en última instancia, son reflejo del fracaso por borrar un ideal y la voluntad de un pueblo.
- Diplomático y periodista cubano