En muchos lugares del mundo, cuando la aparición de aplicaciones como Skype o de dispositivos revolucionarios como el iPhone dio lugar a que las personas pudieran hablar y verse al mismo tiempo, se creía que por fin había llegado el momento en el que la vida se igualaría a la imaginación del hombre.
Lo que no podía conocerse por motivos más que razonables era que estaban profundamente equivocados: que era precisamente la ficción la que debía ajustarse constantemente a la realidad. Porque las videollamadas no habían nacido en estos tiempos, sino resucitado. Sí, realmente este invento tecnológico se remonta al agitado siglo XX.
Picturephone: el dispositivo pionero de las videollamadas
Aunque el nombre pueda sonar poco creativo, la verdad es que la suma de dos conceptos hasta entonces insolubles resultaba bastante innovadora. Podías verle el rostro a alguien que estaba a kilómetros de distancia y, según la versión que tuvieras, hasta podías enviarle documentos y faxes.
Esto se lograba gracias a que estaba compuesto de dos elementos. El primero de ellos era un televisor pequeño en blanco y negro el cual, si bien no tenía la mejor resolución del momento, cumplía su función. El segundo, obviamente, era el teléfono.
El producto fue desarrollado por la compañía AT&T a mediados de 1964 y no sería sino hasta 1970 cuando comenzó su comercialización. Imagínate, ni siquiera el hombre había llegado a la luna!
Y sin embargo, este artefacto, producto de uno de los momentos más estelares de la sociedad occidental donde la llegada al espacio estaba a la vuelta de la esquina, donde los Beatles revolucionaban el rock y el arte daba lo mejor de sí con las grande oleadas vanguardistas de su momento, tuvo el más rotundo e inesperado de los fracasos.
¿Por qué ocurrió esto?
Reacciones inesperadas
Todos sabemos que un producto tiene un ‘target’ al cual se le apunta, además de una serie de puntos positivos que se usan a favor para vender un producto. En el caso de AT&T, su primer objetivo eran las grandes compañías transnacionales.
La razón es más que lógica, tanto, que hoy en día es el motivo por el cual muchos negocios se llevan a cabo: puedes mirar a tu socio a la cara desde la comodidad de tu hogar. Además, no hay problemas a nivel de traslado, en una época donde son muy comunes los contratiempos, sin mencionar algún accidente.
Pero no contaban con varios problemas de primer orden, los cuales pueden tumbar cualquier producto por bueno que fuera.
El primero de estos fue el costo excesivo de las llamadas. Una conversación de un poco más de dos minutos podía generar una factura de alrededor de veinticinco dólares. Hecha la conversión a los costos actuales estaríamos hablando de un poco más de ciento cincuenta dólares. ¡Una barbaridad! Imagínense lo que hubiese sido una reunión de negocios de dos horas.
A eso debía sumarse los casi impagables costos de instalación y mantenimiento, que no eran muy solidarios con el bolsillo de la gente (alrededor de unos dos mil cien dólares actuales).
Por último, la gente percibió el Picturephone como invasivo. Estaban acostumbrados a que al hablar tuviesen la libertad de actuar como quisiesen, mostrarse frente al otro era percibido como una violación total a la privacidad de la persona. Era realmente un cambio de mentalidad difícil de vencer. No sería sino décadas después cuando, entre tantas otras cosas, el imperio de los likes que existe en nuestra sociedad estimulara el acto de exponerse.
Claro está, que también hubo una labor intensa de mercadeo, pues comenzó a venderse el uso de estos dispositivos no para las élites económicas sino para la población en general. ¿La razón? Poder estar más en contacto con la familia. Sin duda, toda una táctica poderosa que estimuló su aceptación.
PorTecNovedosos